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La musa non grata

16/12/2014
 Actualizado a 18/09/2019
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Es penoso ver la caída progresiva de los dos últimos teatros de la capital. Un presagio de esta tragedia está en el hecho de que la sede de la policía municipal sea el edificio de lo que, hace décadas, fue el Teatro Principal.

Algo debe de estar pasando para que Terpsícore que hace dos mil años ya tenía su templo –un anfiteatro que hoy forma parte del parking de una comunidad de vecinos– sea desterrada de esta forma por un ayuntamiento ágrafo.

El Trianón, sin ningún uso, es un nido de ratas. Y otro tanto el espléndido Teatro Emperador, que es una lacra y una herida para la dignidad de esta decadente ciudad.

Ante semejantes vacíos, todo evento cultural es desviado hacia el auditorio, que tiene una boca tan grande que traga todo: un mago domesticando pulgas; un coro de abuelos que cantan hoy y mañana vendrán a aplaudir a sus nietos; una banda de jazz hoy; mañana, un rabel pastoril; otro día el lago de los patos –o cisnes, más bien– pero, hablando del rabel, pensé en las ovejas y de ahí a la charca.

El resultado, una programación variopinta por no decir incoherente o diabólica.

No puedo creer que, con tanto caos, a ningún abonado puedan gustarle todos los dispares eventos que allí se concitan. Un poco de esto. Otro poco de lo otro. Una muestra de tal..., meras degustaciones.

Es obvio que, en cuanto al teatro –y otras cosas– no podemos compararnos con Valladolid, por el número de estas salas y la referencia del Calderón, que propicia la Seminci.

Tampoco con Oviedo y el Campoamor, con su temporada de Ópera y los fastos del Príncipe de Asturias. No hay color, ni respeto a la ciudad.

Ni con Burgos donde, hace unos años, el alcade se propuso convertir el Teatro Principal en oficinas para su propio uso. Pero si el Pincipal funciona hoy es por la lucha de los burgaleses contra las alcaldadas. Como en Gamonal.

Ante tal incuria me pregunto ¿somos conformistas los leoneses? Sin duda, pero no nos merecemos este oprobio.
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