15/08/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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Se nos van, al compás de La Marcha de Strauss, viendo el declive de la tierra prometida, sumidos en el deterioro de un pueblo estéril falto de oportunidades para tanto talento formado, en edad de crecer y de procrear, se nos van a golpe de verso como escribiría Miguel Hernández. «¿Quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza?», iros antes que el aire de la desidia y el mal viento que envuelve al político bajo la tutela del centralismo, os contagie y os convierta en epidemia del pueblo que duerme en el olvido. Sólo en el último año se nos han ido más de 3.000 jóvenes menores de 30 años, en busca del dorado y de la oportunidad que aquí no tienen, se van y no se sabe si algún día volverán para repoblar barrios bajo carteles de se alquila y se vende.

Será por eso que se ha puesto de moda el Café Torero, una nueva fórmula de intentar llenar los locales de ocio al mediodía a ritmo del ‘Despacito’, con personas maduritas que ya no consiguen cerrar los bares como dice Joaquín Sabina, porque a la madrugada no se llega por falta de sangre en las venas, sino por falta de juventud.

Ya los que se quedan, pendientes de su pensión, que suba acorde con los tiempos vorágines, envueltos en listas de espera y en cierres de camas como si de cierres patronales se tratara, esperando al mes de octubre para iniciar su MARCHA reivindicativa, etapa a etapa, hasta la capital del mayor de los nacionalismos, para defender el sistema público de pensiones, una más justa redistribución de la riqueza a través del aclamado diálogo social para que no se convierta en el monólogo del criterio único del capitalismo.

Contento queda el Gobierno con los llamados INACTIVOS, como si de apestados se tratara, colectivo de desempleados de larga duración que ni trabajan ni buscan empleo, pero que gracias a ellos la ministra del milagro Fátima, maquilla las cifras del desempleo por la influencia positiva en las estadísticas laborales y ésta sí que no se MARCHA.
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