La maravillosa caja de óptica

29/11/2016
 Actualizado a 01/09/2019
a-la-contra-29-11-2016.jpg
a-la-contra-29-11-2016.jpg
Sólo una vez en la vida creí estar ante un verdadero mago, sin trucos, un ser capaz de hacerte ver un mundo que realmente no existía, pero él te lo enseñaba y viajabas a él a través de su palabra, convincente como ninguna otra, no había predicador que la igualara, ni aquellos frailes con barba que en Semana Santa te hacían sentir rayos, truenos y desgracias sobre los pueblos pecadores.

Era Belarmino, el inventor. A cientos de kilómetros del mar se pasaba las horas inventando un barco sin timón y sin necesidad de combustible pues, decía él, «si una pequeña presa puede mover la enorme piedra de un molino, el mar puede mover el mundo».

Y volvía a sus planos y a sus dibujos. Un día que le dijimos que aquello igual no era real, que sólo lo soñaba él, no se enfadó, nos miró con cara de quien tiene la respuesta y nos dijo:«La respuesta es la caja de óptica»; y nos contó que era un espectáculo de feria, anterior a la fotografía, consistente en una gran caja en cuyo interior, a base de efectos visuales, veías el mundo, no un país, no una ciudad... el mundo. Y era bello, pero no real.

León está lleno de rincones que podrían convertirse en una gran caja de óptica, los podríamos llevar por el mundo y en todos los países se maravillarían de lo que ven, verían el mundo más bello jamás contado.

Pero tendría la maldición de las cajas de óptica. No es real.
Lo más leído