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La mala educación

21/10/2015
 Actualizado a 14/02/2019
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Visitar a los padres encerrados en el colegio de Olleros tendría que ser una obligación para todo ciudadano. Allí aún está vivo el espíritu de lucha que cada vez es más difícil en la sociedad española, por mucho que las manifestaciones y concentraciones colapsen ciudades y pueblos cada día. Porque su enfrentamiento con la Consejería de Educación, y cómo no, con la Dirección Provincial, especializada en no saber solucionar ni un solo conflicto de la materia, es por la calidad de la enseñanza de sus hijos, pero lo es sobre todo por los futuros alumnos del centro. Se trata por tanto una cuestión de justicia, ya que todos los estudiantes tienen el derecho a recibir la misma educación ya vayan a un CRAo a un colegio en la capital. Pero esto no sólo es una teoría muy bonita. Es ante todo una necesidad que puede tener unas consecuencias nefastas para los alumnos si siguen compartiendo aulas pese a tener niveles tan diferentes. Los padres temen el paso al instituto, en el que las diferencias con el resto se pueden agrandar. Ylo que es peor, vislumbran el fracaso escolar porque para superar esas dificultades hacen falta no sólo echarle ganas, sino también estudiar el triple que el resto para llegar al nivel de los demás. Una situación que es difícil de superar y que se arrastra durante años. De hecho, algunos todavía estamos en ello, mientras pensamos si consejeros como Fernando Rey han visitado alguna vez una escuela rural, a la que se niegan contratos a jornada completa a los profesores mientras se invierten 200.000 euros en portátiles.
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