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La lápida funeraria de Jimena Muñiz

José Luis Gavilanes Laso
26/02/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Aunque no figure como la pieza más valiosa o emblemática de las existentes en el Museo de León, quiero hacer hincapié, no por capricho sino por su importancia, en una lápida ahí existente expuesta al público, proveniente del monasterio de San Andrés de Vega de Espinareda. Se trata de la lápida funeraria de pizarra pulida, hoy rota en su zona superior izquierda y ornada con una greca vegetal y zoomórfica en su franja inferior. Corresponde al sepulcro de Jimena Muñiz o Muñoz, una aristócrata berciana, tenente por algún tiempo del castillo de Ulver o Cornatel, y que mantuvo una relación extramatrimonial, según las crónicas históricas de la época, con el rey Alfonso VI, fruto de la misma nacieron dos hijas, las infantas Elvira y Teresa. Está última tiene su importancia histórica. Cuando Alfonso VI, tras la estrepitosa derrota en Sagrajas (Badajoz) frente a los almorávides se vio en la necesidad de pedir ayuda a la Casa de Borgoña, pues había casado en segundas nupcias con Constanza de Borgoña, vinieron de Francia los primos entre sí Raimundo y Enrique. Mientras el primero se casó con Urraca, la hija legítima del monarca y madre del futuro Alfonso VII; el segundo lo hizo con Teresa, hija bastarda habida del monarca con la mencionada Jimena Muñiz. Como quiera que a Enrique y Teresa el rey les donó la titularidad del Condado Portucalense y a la muerte del primero en Astorga en 1112 Teresa se tituló reina, Jimena resultó ser la abuela del hijo de ambos esposos y primer rey de Portugal, Afonso Enriques.

Sigo a continuación los pasos del concienzudo estudio publicado en 2007 por la profesora Maria Carmen Rodríguez González bajo el título de ‘Concubina o esposa. Reflexiones sobre la unión de Jimena Muñiz con Alfonso VI’). Mientras las crónicas medievales (véase entre otros, Pelayo de Oviedo, Lucas de Tuy y la Cronica Najerense) reflejan la condición de concubinato de Jimena, las fuentes documentales, por el contrario, nos ocultan la relación de esta noble con el rey, apareciendo mencionada en la documentación únicamente como donante de parte de sus bienes a favor de algunas instituciones eclesiásticas que luego veremos. Tan sólo en su pesquisa, la citada investigadora ha encontrado un diploma existente en la catedral de León en que consta el grado de parentesco de Jimena Muñiz con Teresa y sus relaciones con el monarca. Se trata de una carta de donación de unas heredades en Trobajo del Cerecedo. Al parecer, esa relación se produjo en la etapa de viudedad del rey entre la muerte de su primera esposa legítima Inés de Aquitania y el matrimonio inmediatamente posterior con Constanza.

Pese a distintos criterios entre los historiadores, la citada profesora se inclina a identificar a Jimena Muñiz como la ‘mujer perdida’ (perdita femina) que aparece en la durísima carta que el papa Gregorio VII envía al monarca recomendándole que renuncie al concubinato contraído con una mujer consanguínea, sin duda aludiendo al parentesco existente entre Jimena e Inés de Aquitania, aspecto ya observado en su día por Augusto Quitana Prieto en su pequeño trabajo apoyado en la documentación proporcionada por el tumbo viejo de San Pedro de Montes.

Fray Prudencio de Sandoval, monje de San Andrés de Vega de Espinareda en 1553, fue uno de los primeros historiadores que nos relata las presuntas relaciones prematrimoniales de doña Jimena con Alfonso VI. Para él, el monarca se casaría con doña Inés en 1074 y su matrimonio (sin hijos) duraría hasta 1078; ya viudo pretendería casarse con una parienta cercana, doña Xemena: «y como por haber dado el papa por malo el ayuntamiento del Rey con la parienta..., se tuvo por no legítimo lo que del nació». No deja de sorprenderle que en ningún privilegio real aparezca ni la llamen reina, por lo que deduce que su amistad debió de ser secreta y no llegarían a tratarse como casados (Historia de los Reyes de Castilla y León). Al igual que Sandoval, Fray Antonio de Yepes, monje benedictino del siglo XVI, sostiene también que doña Jimena está enterrada en el monasterio de Espinareda y es el primero que transcribe al castellano la inscripción en latín de la lápida funeraria: «Yo llamada Jimena, a quien Dios libre del castigo merecido fui amiga del rey Alfonso cuando quedó viudo. Mi riqueza, mi belleza, mi linaje, mis buenas costumbres y mi buen trato me prostituyeron hasta el tálamo del rey. Los hados, que implacables todo lo destruyen, me obligaron a pagar tributo a la muerte al mismo tiempo que el rey. Resta treinta años y luego cuatro y sabrás cuál fue la era, es decir, 19 años más tarde que el rey». (Historia General de la Orden de San Benito).

Jimena falleció, pues, en 1128. En el epitafio se reconocen las malas acciones de la interfecta y parece lógico que, viendo el próximo fin de sus días, tras ocuparse de sus intereses espirituales, Jimena se mostrase especialmente generosa queriendo dejar arreglados sus asuntos materiales para estar a bien con la eternidad. En consecuencia, dona sus bienes al monasterio de San Pedro de Montes, a la iglesia de Astorga y al Hospital de San Juan. Desconocemos la política seguida por Jimena respecto a la abadía de San Andrés de Vega de Espinareda. La desaparición de la documentación del monasterio como consecuencia del incendio sufrido por el edificio en 1270, que afectó especialmente al archivo, impide tener más información.

Sobre que la lápida funeraria no se corresponde con la fecha de inhumación de Jimena, ya se manifestó en el siglo XVII el portugués Frei António Brandão, pero por motivos extrínsecos. Para legitimar la monarquía portuguesa, argumenta Brandão que Teresa había nacido de matrimonio legal, por lo que tal vez el epitafio fuese puesto muchos años después de la muerte de Jimena por alguien a quien convenía mostrar que no había sido reina. Por otra parte, según el fraile portugués, «nadie pregona sus defectos ni los pone por escrito» (A Monarchia Lusitana).

Mucho más recientemente la profesora de la Uned y directora del Museo Arqueológico de Cacabelos, Silvia Blanco Iglesias, en un artículo publicado en 2004 en Estudios Bercianos (‘Peculiaridades de las inscripciones del monasterio de San Andrés de Vega de Espinareda’), sostiene de modo intrínseco más científico y tras una minuciosa investigación que la inscripción de la lápida es falsa. Observa en la lápida tres tipos de letra diferentes: la visigótica, la carolina y la gótica mayúscula, lo que demuestra un gran anacronismo, resultando un estilo muy artificioso que no se puede identificar con ningún tipo de escritura medieval en concreto. Si nos atenemos a la fecha que aparece en la inscripción, el año de la muerte de Jimena 1128, la letra visigótica y la carolina pudieron convivir en ese período en la zona castellano-leonesa, pero la letra gótica no había aparecido todavía, por lo cual es imposible que aparezca en la inscripción si se trata de un original.

En otro orden de cosas, el tipo de decoración que se puede observar en la parte inferior de la lápida tampoco se corresponde con el habitual en la fecha del enterramiento, lo que demuestra que el epitafio debió de realizarse, según la autora, en fecha renacentista.

Como hemos visto, en la inscripción de la lápida funeraria se ponen de relieve los amores de Jimena con Alfonso VI, al mismo tiempo que se quieren dar unas supuestas muestras de arrepentimiento, que no acaban de encajar con la posición que desempeñó Jimena en su tiempo y la consideración real de la que gozaron tanto ella como sus dos hijas, Elvira y Teresa. La idea de moralidad en los epitafios del siglo XII era poco frecuente; sin embargo, en época moderna, como consecuencia de la Contrarreforma, el texto de la inscripción pudo ser manipulado por los propios monjes con el propósito de dar idea de moralidad que a su vez sirviese de modelo de ejemplaridad.

Por otra parte, señala la investigadora Blanco Iglesias, el afán coleccionista de los siglos XVI y XVII lleva a que se falsifiquen inscripciones, y aquí hallaríamos, según la autora, una segunda motivación que explique la falsificación de la inscripción de la lápida funeraria de Jimena Muñiz.
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