La fe y el voto

24/10/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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En Wamego, en el centro del estado de Kansas, sorprenden dos edificios; uno de ellos es un museo muy completo sobre El Mago de Oz –ambientado en estas tierras donde los tornados surgen tras juntarse las corrientes calurosas del Golfo de México con las frías que bajan de Canadá–. El otro, con menos glamour pero con más morbo y al que se llega por un camino de baldosas amarillas, es una iglesia relacionada con el Rifle, Beecher Beever and Rifle Church. Es este estado marcadamente conservador, como lo es Oklahoma –único estado del país en el que los Republicanos vencieron en todos los condados en las elecciones en la que salió reelegido Obama-. Con estos mimbres, construir en la principal carretera que une los dos estados iglesias encomendadas al rifle, casi como patrón, no es descabellado a los ojos de los ‘rednecks’, pero sí a los de cualquier europeo.

Mezclar fe y armas, devoción y política va casi de la mano aunque sean temas sobre los que hablar exija cierta confianza con tu interlocutor. En Tulsa, al final de ese camino que llega de Kansas, las iglesias surgen en cada esquina, casi como una rutina donde se hace imprescindible asociarse con navegadores para encontrar los nombres que las definen. Y hablar con feligreses, exprimiendo esa mano izquierda para no ser ofensivos, sostiene conversaciones. «Ya no hablo más», me comentó un fiel de la Southern Hills United Methodist Church tras unas preguntas que se le antojaron embarazosas. «Parece que vienes mediatizado por Clinton» exclamó con escaso disimulado enfado. «Es lo que pasa a los medios; están sacando solo lo malo de Trump y apoyando a Clinton con descaro. Mira la NBC, la ABC, escucha las noticias…». Vendiendo calabazas a la espera de clientes –una vía de financiación en su iglesia–, su almuerzo tranquilo enciende la vena reivindicativa de su compañera de actividad. Sus protestas se asocian a la llegada de ilegales, de inmigrantes sin papeles, a la reducción de servicios… «Yo ya soy mayor, tengo varios hijos, pero estamos perdiendo beneficios en sanidad, en educación… las cosas cada vez están peores. Yo trabajé muchos años para conseguir todo eso, y lo estoy perdiendo con las medidas de Obama», dice malhumorada. Por supuesto, ambos evitan presentarse, asociar sus palabras a un nombre. Algo que Scott Stockstill, pastor de la Brookside Baptist Church, no quiere omitir: «No estamos en una mala situación. Lo más importante es que vamos a tener la libertad de votar, algo que en muchos países no tienen», señala tras terminar una actividad de parroquia antes más de tres centenares de su congregación de los que se despide mientras me atiende. «EEUU es más grande que el presidente que tengamos. Tenemos dos opciones que a mucha gente disgustan, pero tendremos que elegir. Quizás con otros candidatos todo sería más justo y la gente estaría más emocionada», sentencia.

Y es que esa falta de implicación social ante la cita, que prefieran su fútbol americano a los debates, que apenas se atisben carteles, que las pegatinas en los coches escaseen, hace que el 8 de noviembre, para muchos, vaya a ser un día más. Todo se escruta conduciendo por esos barrios casi de película, con casas ajardinadas y canastas en los porches de los garajes. Ni un solo cartel de apoyo a Clinton o a Trump. «En anteriores elecciones era todo una fiesta. Cada vecino apoyaba a su candidato y lo demostraba con carteles en los jardines. Mira ahora. No ves nada» advierte Ryan Moore, pastor presbiteriano. Exceptuando en un par de casas en Muskogee la semana pasada testifico esa certeza. Poco más ante una cita donde la religión jugará «el papel que ha desempeñado siempre» comenta Jody Allen, fiel de la iglesia cristiana Life Church TV, un lugar multiplicado en la ciudad donde la palabra de Dios llega vía satélite desde Oklahoma City, en pantallas gigantes, y la música rock en directo alimenta el ambiente comunitario pese a que el visitante se quede en la anécdota del espectáculo. Esa forma de vivir su espiritualidad no escabulle a Allen de mostrar su apoyo a Trump: «Sabemos que las mujeres votarán a Clinton pero hay que pensar en lo que dice en relación a temas que a mí, como cristiano, me importan. Por ejemplo, el aborto. Hillary lo apoya, pero Trump no. Aunque luego sea la Corte Suprema la que decida» indica mientras admite que «ambos no son buenos cristianos, no son buenos ejemplos, no actúan como tales, pero hay que votar a uno de ellos». Y tiene claro porqué el magnate de los negocios ha llegado a pelear por la presidencia «dice lo que la gente piensa y no se atreve decir. No es políticamente correcto, como es Hillary, pero es un tipo emocionante. Ha sido el candidato que más votos ha logrado en unas primarias republicanas y eso lo dice todo».

Ángel García, profesor y periodista leonés residente desde hace más de un año en Estados Unidos, vive allí sus primeras elecciones presidenciales.
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