07/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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En trece años la Deportiva ha ascendido cuatro veces a segunda división, un logro dificilísimo. Equipos señeros, como el Real Oviedo por ejemplo, han invertido una década en lograr un ascenso. Otros, no menos ilustres, han subido una vez, bajaron luego y nunca más se supo. La Deportiva desciende, porque es humilde, porque es el equipo de una ciudad pequeña con el corazón muy grande, pero luego vuelve a subir. La verdad es que se trata de algo admirable. Y ahí estamos de nuevo, en nuestra casa, porque ya son siete, con esta, las temporadas en segunda. Casi la mitad del tercer milenio. La Deportiva ha subido y todos sabemos como ha sido: con mucho esfuerzo, con momentos complicados, y con un sprint final implacable y seguro. Dejar en la cuneta al Cartagena, equipo de ciudad grande, y no digamos al famoso Hércules de Alicante es algo memorable. Ahora tenemos que soñar con verlos en primera. Y con ellos, nuestros muertos, «pa que no se queden atrás», como decía Atahualpa Yupanqui.

Sí, ya sabemos que el fútbol es algo secundario. Pero no lo es. Porque unidas a él van muchas cosas, no solo ilusiones, empeños, ansiedades, alegrías. El fútbol es una metáfora de la vida. Y la Ponferradina ahí sigue, escribiendo una bonita página de convicción, lucha y acierto, sin eludir la tristeza cuando viene. La ‘Ponfe’ es el mejor logro colectivo del Bierzo en lo que va de siglo. El símbolo de una comarca que se resiste a la decadencia. Los blanquiazules marcan el camino. El del esfuerzo, la osadía y la fe.

Ya no solo son el equipo del Bierzo, también lo son de toda la provincia. Se lo han ganado. Lo ha recordado su presidente, José Fernández Alonso, un hombre de ejecutoria muy brillante, que nunca perdió los nervios, que siempre creyó en el éxito, aunque se resistiera tres años. Ahí estamos. Los leoneses, no solo los bercianos. Porque la Deportiva es el club de toda la bella y vasta provincia leonesa. Los guerreros de Antonio Pereira vestidos de blanco y azul. Los de Ramón Carnicer, que también iba a verlos ya en los años treinta, que me lo contó algunas veces. El equipo del Bierzo y del Esla; de Ancares y Fornela. De la Cabrera y Valdeón; de Porma y Curueño. De Duerna, Omaña, Cepeda, Luna, Babia y Laciana. Del Páramo, los Oteros, el Órbigo, el Cea y Tierra de Campos. De La Bañeza, Riaño y Valderas. Del Torío y el Bernesga. De La Magdalena, Cistierna y Coyanza. De toda la diócesis de Astorga. Y hasta de la ciudad de León, también, claro, un poco, y con todo el respeto.
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