Jarro de agua fría

El Granollers se impone con justicia a un Abanca Ademar que nunca fue por delante e hizo la goma todo el partido

Jesús Coca Aguilera
21/12/2014
 Actualizado a 13/09/2019
Mellado se muerde la camiseta con gesto de tristeza como el que tiene a su lado Vejin y detrás Kristensen a la conclusión del encuentro. | MAURICIO PEÑA
Mellado se muerde la camiseta con gesto de tristeza como el que tiene a su lado Vejin y detrás Kristensen a la conclusión del encuentro. | MAURICIO PEÑA
Quedan cuatro minutos para que acabe el partido y un silencio sepulcral invade el Palacio de Deportes. No es buena señal. Es la imagen y el sonido de la derrota. Un jarro de agua fría en toda regla. Todo estaba predispuesto para que el Ademar pudiera tocar una final. En su casa, con el pabellón casi lleno y entregado como en las grandes ocasiones, con el único de los rivales posibles que hoy por hoy parece a su alcance. El guión era perfecto. El final no lo fue.

Perdió 27-30 el conjunto ademarista y lo hizo con justicia y sin ni siquiera llegar con opciones al final. Con 240 segundos aún por delante, el ganador ya estaba decidido. Ganaba 24-29 un Granollers superior de principio a fin a un equipo leonés sin recursos ni capacidad de reacción.

Porque, en todo el partido, nunca fue por delante el Ademar. Ni una sola vez. Se dice pronto. De hecho, en la segunda parte ni siquiera llegó a empatar. Se pasó el choque haciendo constantemente la goma. Una y otra vez se iban tres arriba los catalanes y volvían a acercarse los de Dani Gordo.

Pero, tanto fue el cántaro a la fuente, que al final se rompió. Fue a siete minutos para el final. Vejin, que pese a sus fallos fue con la valentía en sus penetraciones lo mejor junto a Piñeiro del ataque estático del Ademar, acababa de poner con un golazo el 24-26. Viver, sensacional en la dirección, pedía tiempo muerto. Y, tras él, Rogelio Llamazares hizo de forma consecutiva dos de las tres únicas paradas que antes de la hora del maquillaje realizó. Sin embargo, también aparecía su compañero de meta Pejanovic, decisivo en la segunda mitad, y el motor de los vallesanos: Álvaro Ruiz.

Había estado fallón el central, pero aparecía en la hora de la verdad. Marcaba tras unos posibles pasos, perdía el balón Vega y volvía a marcar Ruiz con los leoneses pidiendo falta en ataque. En el minuto 55 se ponía por primera vez cuatro arriba (24-28) el Granollers, y las pocas esperanzas que aún pudieran quedar se agotaban cuando los gestos de Dani Gordo en las protestas suponían su exclusión. Con uno menos, Kristensen fallaba ante Pejanovic y a la contra Resina sentenciaba. Parcial de 0-3, cinco arriba y adiós.

De ahí al final, sólo fue maquillaje. Por fin cambiaba algo el Abanca Ademar, que durante muchos minutos dio la sensación de dejar pasar el tiempo y dejarse llevar sin buscar algo diferente que cambiara el panorama. Lo hizo a la desesperada al final con una defensa 4-2 primero e individual después, que sirvió para llegar incluso a ponerse a dos (27-29) a falta de 30 segundos, perosin opción en ningún momento de milagro.

El Granollers tenía sentenciado el choque (24-29) a falta de 4 minutos gracias a un parcial de 0-3 con que superaba por primera vez los tres de renta Fue la única variante de un conjunto leonés que sobrevivió en la primera mitad, en la que acabaron dos abajo (14-16), gracias a la conexión con el pivote. Porque, cuando iban 13-13, siete de los goles ademaristas habían llegado por medio de pases en ataque posicional a Almeida o Piñeiro. Cuando los catalanes ajustaron esa sangría, los leoneses se quedaron sin ideas. Con Marc García y Grundsten geniales en el centro del 6-0, el Ademar se empecinó en jugarse lanzamientos lejanos o penetraciones bien cerradas. Fue estéril y agravó el problema el hecho de no funcionar otra de sus armas habituales, el contraataque, con sólo un gol convertido de esa manera en todo el choque.

Ni una sola vez buscaron en el extremo a Carrillo, que acabó sin un solo lanzamiento en estático. Sólo tres veces lanzó desde ahí a Kristensen. De las pocas veces que eran capaces ya de encontrar a Piñeiro, los zambombazos de un Mikel voluntarioso pero bien defendido, las penetraciones de un Joao que fue de más a menos y los goles de Vejin vivió el conjunto ademarista en tareas ofensivas. Los tres primeros espadas se comían todos los minutos en la primera línea, con Vega utilizado una y otra vez como único sustituto para sus pocos descansos sin que Dani Gordo le diera un solo minuto al ya recuperado Molina pese a la falta de ideas del berciano y el atasco general.

Ni funcionaba el ataque, ni tampoco la defensa. Fueron una pesadilla Juan del Arco y Valadao con sus lanzamientos lejanos, ellos sí buscaban a sus extremos y Resina y Blanxart se mostraban infalibles, y cuando eso no era suficiente aparecía la movilidad y capacidad de penetración del extremo Ferrán Solé jugando en la primera línea.
Demasiadas armas diferentes para frenarlas porque además volvió a aportar poco la portería y a no funcionar el 6-0. Además, esta vez tampoco hizo el milagro el 5-1. Apareció tarde, con sólo 19 minutos para el final y 19-21 en el tanteador, el otras veces desequilibrante factor Mellado. Y, por momentos, dio la sensación de que podía volver a serlo. Metió en su primer ataque Ruiz, pero luego comenzó a dar resultado, a provocar pérdidas y a secar unos minutos a los catalanes.

El Ademar sobrevivió en ataque gracias al juego con el pivote en la primera parte, pero cuando el rival cerró esa vía los leoneses se atascaron Y ahí, en un momento decisivo, llegaron varios errores individuales que pudieron ser claves. Estos detalles que marcan un partido, como pudieron hacerlo los siete postes en la primera mitad. Una contra en que se iban Piñeiro y Carrillo solos contra Pejanovic y el pivote la paró y pasó atrás al no ver a su compañero que podía haber puesto el 22-22, una pérdida da balón con uno más cuando con 21-23 había sido excluido Marc García, un error de Almeida solo en seis metros con el 22-24…

Acciones que podrían haber ajustado las cosas y provocado un final diferente. Unos últimos minutos abiertos y quién sabe si un desenlace distinto. Pero no fue así. Por tercera vez de las cinco en que León ha acogido la Copa Asobal, el equipo leonés queda apeado en semifinales. Esta vez, sin ni siquiera un final de infarto por el medio.
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