Inhumación vs cremación

28/10/2016
 Actualizado a 07/09/2019
Guardar
Se acerca uno de esos días del año que podemos tildar de familiar, y es que ‘los santos’, como la Navidad, todavía tienen la fuerza suficiente como para unir a clanes dispersos el resto del año. Las prisas propias de los tiempos en los que nos ha tocado vivir, han relegado la relación con los más cercanos a momentos puntuales, pasando muchos de ellos por los tanatorios, donde, como el caso de León, puedes estar una tarde entera sin salir de la rampa de acceso, simplemente saludando a los que solo ves en estas ocasiones, vengan a presentar los respetos a tu familiar finado o a cualquiera de los inquilinos de las salas adjuntas.

La tradicional visita al cementerio es también momento privilegiado para recuperar relaciones dadas de baja por falta de uso. Atrás quedaron los días de mi infancia cuando, junto con mi hermano, acompañaba a mi abuela al camposanto en su obligada visita en las tardes de domingo, hasta el punto que detrás de la lápida guardábamos una piedra con la forma de la península ibérica o conocíamos a los familiares de los difuntos enterrados cerca de nuestra lápida familiar. Hoy en día los cementerios no dejan de ser desiertos abandonados la mayor parte del año, que en una semana entre octubre y noviembre se convierten en un club social de abatidos llevando flores a sus recordados, y que si tienen la suficiente paciencia pueden volver a comprar sus mismas flores en la puerta del camposanto, una vez que han sido robadas por algún oportunista avispado.

En los últimos tiempos parece que disminuyen los enterramientos en favor de la cremación. Bien sea por economía, moda, desapego o cambio en el equilibrio de las creencias, motivos todos ellos respetables, cada vez asistimos más a este tipo de despedida. La romántica opción de esparcir las cenizas en un lugar especial para el fallecido, haciéndole así una última gracia, como si de la última comida de un condenado a muerte se tratara, se debe de desechar a partir de ahora en las familias de creencias católicas, como bien ha dicho nuestro Papa Francisco al frente de la Iglesia.

No dudo que este mandato se sustenta en sesudos razonamientos teológicos y nada asequibles para el vulgo, pero sería deseable que opiniones que en su día provocaron grandes titulares, como la aceptación de los homosexuales o divorciados en el seno de la Iglesia, o el uso del preservativo como método profiláctico ante enfermedades de transmisión sexual, pasaran el tamiz de la opinión al hecho consolidado y se defendieran con la misma coherencia.
Lo más leído