Guardianes de secretos

31/01/2017
 Actualizado a 01/09/2019
31-01-2017-a-la-contra.jpg
31-01-2017-a-la-contra.jpg
Siempre fueron las sacristías las guardianas de los mayores secretos;o, cuando menos, eso sospechaban siempre los pueblos que imaginaban en ellas lo humano y lo divino. Era la puerta de la sacristía como la puerta del pasadizo hacia lo desconocido.

Y para los niños/monaguillos de nuestros pueblos, cuando había niños y se necesitaban monaguillos, era el lugar en el que se desarrollaba la primera travesura que casi todos recuerdan con el paso del tiempo, beberle el vino de misa al cura, lo escondiera donde lo escondiera, incluido esa sagrario ‘suplente’ que miraban con cierto miedo como un rincón en el que cada día se producía un milagro. Pero la llamada del vino, y más del vino de misa...

La provincia está llena de sacristías olvidadas, donde en vez de a incienso y milagro sólo huele a humedad cuando abres la puerta. No hay misa diaria, ni siquiera semanal en muchos casos, no hacen falta niños/monaguillos, no los hay en la mayoría de ellos, como no hay escuela.

Pero sí siguen siendo las guardianas de los secretos, aunque no sea ningún secreto que los pueblos están vacíos, aunque no sea ningún misterio comprobar que en aquellos armarios en los que había albas, casullas, cíngulos y otras vestimentas que parecían el ropero de algún viejo noble ahora hay grandes cajones que huelen a rancio y alcanfor;donde se apilan imágenes que se han quedado sin lugar en el retablo o han sido retiradas para que no las coma la humedad o las goteras;donde la hornacina que un día albergó al patrón busca acomodo sobre una mesa de estudio que se ha quedado sin estudio.

Ya no huele a misterio la puerta de la sacristía.
Lo más leído