noemi4.jpg

Filosofía de bar

28/02/2015
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar

El verdadero estado de la nación, ya se sabe, está en los bares. Más les valdría a Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez pegar la oreja a las conversaciones en las barras que atender a sus asesores. Y no sirve el del Congreso, porque al precio al que tenía los gintonic, así cualquiera parece un ministro.

En los bares descansan los guerreros de este país. Cada uno en el suyo. Cumplen una función social casi tan importante como la de la Sanidad pública y, según para qué cosas, incluso más. Está el bar de echar la partida, el del cafecito de media mañana, el de la caña de la tarde y el de arrimarse pasada la medianoche.

Cuántas cosas pasan en los bares.

En ellos se han refugiado muchos en estos años de tribulación económica y me refiero a hacer del bar su oficio y beneficio, no a abismarse en los vasos. Por hablar del universo más próximo y con la injusticia de que muchos se queden fuera de esta pequeña columna, en Ponferrada han surgido en los últimos tiempos bares extraordinarios. Desde Termita Lab, donde hay música en directo, sesiones poéticas, libros para leer y una bicicleta con luces; al nuevo Little John, siempre con blues; y el Alantre y el Cata Craft Beer, con cervezas artesanas del Bierzo y una negra de Teruel que descubrí el otro día y que tengo que citar porque su nombre es genial: Black Card Blesa.

Así que en realidad el currículo de Religión tiene razón cuando habla de «la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad». Ya os digo yo que sin un buen bar es prácticamente imposible.

Lo más leído