España y yo somos así

15/12/2016
 Actualizado a 15/09/2019
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España y yo somos así, señora» decían en Flandes y repetía en Extremadura el gran Pablo Guerrero, el de ‘Tiene que llover’: «Y un caballero enjuto de cultura esmerada deposita un pañuelo en la mano enguantada diciendo: «España y yo somos así, señora».

León y yo también somos así, señora. Lo más noble que tenemos, aquello que contamos como incuestionable de nuestros valores, nuestro mastín, es el más claro ejemplo de la evolución de la verdad al postureo, de la realidad a la ficción y el trofeo.

Nació el mastín para ser pastor, el mejor de los pastores, capaz de esperar al lobo sin respirar para que no lo huela ni lo intuya, capaz de no comer para no abandonar el puesto, valiente como para luchar toda la noche para impedir que la manada de lobos acceda a la majada donde las ovejas asustadas fían su vida a su valor. Y para mantener la raza, la valentía, corren y corren a campo abierto, otean, miran...

Pero no hay ovejas, ni pastores ni majadas. Y la leyenda del mastín, que le precede, hace que perviva su imagen y su figura convertida en concursos que congregan nostálgicos llegados de todas partes. Concursos en los que ya es más importante cómo camina por la pasarela que cómo corre por el monte, la foto de la cabeza que cómo se la juega ante el lobo.

Son los tiempos, España y yo somos así, señora.
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