telefonoeperanza4517b.jpg

Entrevista a Beatriz Campóo Olalla

13/06/2017
 Actualizado a 15/09/2019
Guardar
Si te contara amigo/a internauta que esta entrevista se gestó hace un año te extrañará, pero las cosas grandes se van amasando poco a poco, a fuego lento, como la canción de Rosana. Amo la lluvia fina, el orvallo. Si te dijera que ha sido una experiencia hermosa y gratificante también te sorprenderá.

El entrevistador se lleva algo de su alma y la entrevistadase queda con algo de tu corazón. Los dos ganan. Cada pregunta es una mano extendida a una respuesta que presientes que está ahí y cada respuesta un lugar de encuentro, de comunión, de sosiego y desnudez.

Detrás de esta entrevista hay unas cuantas horas de intimidad, de confesiones inconfesadas, de alegrías manifiestas y de lágrimas vivas, porque dar a luz la perla escondida de cada ser humano precisa tiempo, constancia y mucho, mucho afecto. Llegar ahí, donde todos somos, exige determinada determinación, como decía aquella mujer admirable de Ávila.

Todo ello está aquí en cada palabra y detrás de ella, en cada rincón del lenguaje, en cada verbo y en cada coma.

Te invito, internauta anónimo, a que degustes este manjar sin prisa, sin agobios, mansamente y lo compartas con aquellos/as que pudieran comprenderlo. (ValentínTurrado).

Primer día.- SOY UNA ENAMORADA DE LA VIDA

¡Buenos días, Beatriz! ¡Buenos días, Princesa!

1ª.- Te importa presentarte para todos los internautas del BLOG del Teléfono de la esperanza:
Mi nombre es Beatriz Campoó. Tengo 36 años. Soy colaboradora de esta asociación con talleres de Biodanza.
Trabajo en la administración pública, pero a la vez, estoy emprendiendo por mi cuenta. Me he formado como terapeuta transpersonal y coach estratégica. Acompaño a las personas a arribar a la orilla de su corazón. “Enseño” (entre comillas porque más bien es compartir lo que a mí me sirve) a vivir en plenitud. Mi página web es www.viveconpasion.com

Desde hace años me apasiona todo lo que tiene que ver con el crecimiento, con el desarrollo personal, soy una buscadora incansable de respuestas a las preguntas existenciales, me gusta comprender cómo funciona nuestra mente, los porqués del sufrimiento, cómo y qué podemos hacer para vivir más livianos, qué hacer con los vacíos a los que todos nos enfrentamos, cómo y qué podemos hacer cada día para vivir con mayúsculas, para vivir con aceptación y sabiduría todo aquello que pasa y nos sucede.

Soy una persona “normal” con una vida “normal” tratando de vivir este viaje en el que nos toca estar inmersos durante algún tiempo de la mejor manera posible. Voy encontrando herramientas que a mí me sirven y ahora siento la necesidad de compartirlas con otros.

Soy una enamorada de la vida, a pesar de lo dura que puede resultar a veces, pero no dejo de maravillarme cada día de este milagro que se nos regala.

2ª.- ¿En qué contexto familiar naciste? ¿Qué mensajes parentales recibiste que te dejaran huella?

TODA MI VIDA LA HE PASADO TRATANDO DE BUSCAR LA PERFECCIÓN.

Nací en Burgos, en una familia numerosa. Soy la mayor de 4 hermanos (somos tres chicas y un chico).Mi padre trabajaba (ya está jubilado) en el departamento de compras de una multinacional y mi madre es ama de casa y siempre se dedicó a cuidarnos.

He vivido hasta hace seis años allí, en Gamonal (que tan de moda se ha puesto ahora), es un barrio “obrero” (San Mamés en León sería algo similar). Y actualmente resido en León.

El ser la mayor de cuatro hermanos me llevó a ser “la responsable”, me llevó a ser “el ejemplo” para mis hermanas/o, me llevó a “querer ser perfecta”. Toda mi vida la he pasado tratando de buscar esa perfección: ese querer ser la más buena, la más estudiosa, la que mejor notas sacaba…. siempre exigiéndome mucho a mí misma, no sintiéndome lo suficientemente buena y merecedora, pensando que lejos de aquí, lejos de mí, en algún otro lugar y a través de algo está mi felicidad.

Desde bien pequeña tenía sentimientos de estar “aislada” del mundo, sentimientos de ser ajena a este mundo, de no comprender nada, de pensar que tenía que haber algo más que lo que vemos y que los personajes que representamos, todo me parecía una locura, he tenido la sensación de “ser diferente”, de “no encajar”, me he sentido siempre “tímida” en el fondo, aún teniendo cientos de amigos y personas a mi alrededor y aun interactuando con muchas personas.

He vivido “fuera”, porque no he dejado de buscar y vivir todo tipo de experiencias que pudieran calmar mi “hambre” de vivir y disfrutar, pero siempre con algún “vacío” interior, con alguna frustración, con ese sentimiento de que siempre me faltaba algo para ser plenamente feliz.

De ahí mi necesidad de mirar hacia dentro una vez probado mucho “de afuera” y ver que todo eso no me satisfacía.He aprendido que nada del exterior puede hacerme sentir plena de verdad.

Respecto a los mensajes parentales que me dejaron huella:

Mis padres siempre nos han dado muchísima libertad, sin imponernos nada ni ser autoritarios. Lo cual por una lado, me llevó a buscar mis propios caminos, a poder decidir por mí misma, a ser muy independiente y autosuficiente, a hacer lo que siempre he querido, a ser libre, a no tener que dar cuentas de nada a nadie.

Pero por otro lado, se abrieron ciertas heridas en mí, sentimiento de “desvalía”, de no ser nadie importante, de no merecer, sentimiento de invisibilidad, falta de disciplina, falta de compromiso...

Mis padres fueron muy “amorosos” a su manera (aunque nunca coincida con la que a nosotros nos hubiera gustado… je,je…). Sé que trataron de hacerlo lo mejor que pudieron y supieron. Pude vivir una “buena” vida desde la infancia hasta mi juventud desde el punto de vista social (estudios universitarios, clases, actividades extraescolares, vacaciones, viajes…).

A ellos les debo mi amor por la naturaleza, el campo, el senderismo, la montaña..., era yo un bebé y ya me sacaban por ahí.

Siento una inmensa gratitud porque estén en mi vida, por cómo son, por lo que me han aportado y por lo que no, por lo que me han cuidado y actualmente mi relación tanto con ellos como con mis hermanos y el resto de mi familia es una bendición (of course con nuestras discusiones y conflictos como humanos que somos).

Estoy aprendiendo y disfrutando de ser hija y de ocupar el lugar que me corresponde en el sistema, cosa que hasta no hace mucho, no permitía que sucediera. Era yo la que quería controlar, la que “creía” que sabía cómo debían funcionar las cosas y juzgaba todo “lo mal” que lo hacían.

Creemos que nuestra manera de “pensar” y actuar es la buena y pensamos que tenemos la razón siempre.Cuando, en realidad, es una mera percepción, sesgada y muy limitada.

3ª.- ¿Qué te enseñó la escuela, el colegio, la universidad? ¿Algún maestro o profesor singular?

BENDIGO TODO ESO QUE ME HA IDO SUCEDIENDO.

Mucho, todas esas vivencias, experiencias, me han llevado a ser quien soy hoy. También bendigo todo eso que me ha ido sucediendo.

Muchas de esas cosas que aprendí y de las que me “empapé” ahora trato de “desaprenderlas”, pero a veces es necesario llenarse, saturarse, para después poderse vaciar.
La vida nos va poniendo lo que necesitamos.

Recuerdo con cariño a cuatro maestros: Sonsoles, Don Ángel, Don Jesús y Coti. Fui afortunada con los cuatro, porque todos me enseñaron algo más que “material didáctico”, me enseñaron filosofía de vida.

La universidad fue una época que recuerdo con mucho “cariño”. Nos juntamos un grupo divertidísimo y disfruté un montón.

Aquí salí muchísimo, viví una vida muy “hacia fuera”, tratando de buscar ser feliz y divertirme siempre.

Pero aun con todo esto, seguía habiendo anhelos en mi interior, demandas de algo más…Empecé a leer sobre psicología, me empapé de revistas en esa época (“mente sana”, “psicología práctica”, “psicología para todos”…).

Y aquí empecé mi crecimiento. La vida tenía que ser algo más que lo que yo veía diariamente, algo más que lo que nos habían contado que era: crecer, desarrollarte, reproducirte y morir.

4ª.- ¿Qué amigas y amigos te atraían? ¿En qué te fijabas para acercarte a alguien?

LA BONDAD HA SIDO LO QUE MÁS ME HA ATRAÍDO DE LAS PERSONAS

Bondad. La bondad ha sido lo que más me ha atraído siempre de las personas. Gente “de corazón”, pureza, gente buena.

Esa es la gente que he tratado de tener a mi alrededor.

Aunque he tenido y tengo amigos de los más “variopintos”.

Me encanta relacionarme con gente diferente y empaparme de todos ello.

Me gusta relacionarme con gente optimista con la que reírme y pasar muy buenos ratos.

Me gusta rodearme de gente que aporte, de gente mucho mejor que yo, de gente que merezca la pena y de la que puedo aprender.

Me gusta la gente vital, que enfrenta la vida con valentía y con actitud guerrera.

Siento que tengo diferentes maneras de relacionarme, no lo hago de una manera lineal ni siempre me atraen el mismo tipo de personas. Para ello, utilizo varios “roles” o “personajes”:

- Salvadora: siempre me ha llamado ayudar a los demás, ayudar a los que están en peores circunstancias de vida que yo. Papel de “salvadora”.“Dependencias”.

- Graciosa: me gusta pasarlo bien, reírme, rodearme de personas alegres, y creo que la risa es una fuente de salud tremenda.

-Optimisma-vital: soy una enamorada de la vida y suelo ver el vaso más lleno que vacío.

-Mediadora: suelo poner “orden” en las discusiones, porque creo que cada persona tiene su razón.

-Niña: me gusta jugar, dejar sacar a pasear a la inocente, a la que se divierte y alegra por cualquier cosa.

- Manipuladora: sí, lo reconozco, utilizo mi poder para salirme con la mía cuando quiero conseguir algo.

- Tímida: como ya he comentado cuando estoy en grupos grandes no me siento cómoda, aun es el día que me cuesta ser yo misma y exponerme.

Mi ideal y mi trabajo actual (y de por vida) es observar todo este juego y ser lo más auténtica que sea capaz de ser en cada momentoJ, ardua tarea.

5ª.- ¿Cómo fue tu adolescencia? ¿Cómo se expresaba tu rebeldía y tu insatisfacción?

EN LO PROFUNDO DE MÍ, SENTÍA QUE HABÍA PAZ, QUE TODO ESTABA BIEN ASÍ.

Tengo un doble recuerdo de mi adolescencia.

Por un lado, recuerdo mucha insatisfacción, incomprensión, sentimiento de no ser de este mundo, de no entender nada, de entregarme a las vivencias que la vida me iba poniendo delante, pero con el sentimiento de que “eso” no podía ser todo lo que había en la vida. Siento que vivía en una jaula, no permitiéndome ser yo misma, sino que tenía que ser perfecta, alguien agradable, simpática, inteligente, guapa, humilde y que no destacara mucho. “Aprendí” y me creí que si destacas o sobresales te tienen envidia y que era mejor no hacerlo.Así había paz, nadie te juzgaba ni decía nada.

Vivía un montón de experiencias “fuera”, tenía un montón de amigos, en “la calle” disfrutaba y me entregaba a lo que tocaba vivir en cada momento. Pero era como si no lo viviera intensamente. Me costaba hablar de lo que sucedía, juzgar y etiquetar la realidad, contar lo que me pasaba…Yo veía cómo todo el mundo vivía todo muy intensamente, veía “los dramas” y las “historias” de los demás…, y me “empeñaba” en querer actuar igual.

Pensaba que era rara, tímida, que tenía algún problema, que tenía una baja autoestima…, pero ahora sé que además de algo de eso, veía, comprendía, simplemente vivía, y mi ser no necesitaba hablar y juzgarlo todo para vivir, aunque mi ego, mi mente sí y quería ser como yo veía a los demás.
Pero por otro lado, recuerdo vivirla con paz, en lo profundo de mí, sentía que había paz, que todo estaba bien así. Que todo era un juego de mi “persona”, pero que yo era más que eso.

Esta época de la adolescencia sentí rabia e ira hacia mis padres y una de mis hermanas. Quería que fueran como yo consideraba que se “debía ser”, yo me he exigido mucho a mí misma y quería esa “perfección” también para los demás y esto me trajo muchos dolores de cabeza.

Fue una época de mucho retraimiento e interiorización. Cuando estaba en casa me “encerraba” en mi habitación, en mí.

Y cuando salía fuera, no paraba de hacer planes, actividades, era un no parar para no sentir, para no permitirme sentir toda esa rabia, frustración, tristeza…

Empecé a buscar y encontré en la espiritualidad el camino para canalizar, comprender, estudiar, analizar… todo eso que yo sentía.

Seguía comprando revistas de salud y bienestar, de psicología…, libros… necesitaba encontrar por fin algo que calmara mi sed. Y poco a poco, así fue.

Por fin encontré algo de sentido a mi vida. Por fin, empecé a encontrar respuestas a todas mis preguntas, por fin encontré en los libros a personas que estaban pasando o habían pasado por cosas similares y salían fortalecidas de todo ello. ¡Qué paz!

Empecé, además de todos estos libros y lecturas inspiradoras, a hacer cursos y talleres y a experimentar de primera mano todas esas enseñanzas.

Y allí por fin sintonicé con personas que tenían una visión de vida similar a la mía.

A veces, he utilizado la espiritualidad para no sufrir, para no enfrentar aspectos dolorosos en mi vida, para no responsabilizarme, para no hacer frente a mis sombras personales, como solución fácil a mis problemas…

Pero ahora sé como dice C. Jung, que uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad.

Y permitiendo que todo sea, abrazando todo y amando todo lo que hay en mí.

Consulta aquí el blog del Teléfono de la Esperanza
Lo más leído