El último del mito indiano

Antonino Fernández fue el ejemplo del indiano triunfador y, sin embargo, no fue un indiano al uso, pues ‘heredó’ el imperio Coronita del tío de su mujer

Fulgencio Fernández
01/09/2016
 Actualizado a 10/09/2019
Antonino Fernández recibe del entonces alcalde Amilivia la bandera de León. | ICAL
Antonino Fernández recibe del entonces alcalde Amilivia la bandera de León. | ICAL
Cuando se citaba el nombre de Antonino Fernández rápidamente se le añadían los apellidos de indiano triunfador, del sobrino de Don Pablo o el de Coronita. Y, sin embargo, este leonés de Cerezales del Condado, fallecido este miércoles en México a los 98 años de edad, no era un indiano al uso pues no fue de aquellos que salió de casa sin nada en el morral, a buscarse la vida en cualquier país de ultramar pues cuando él saltó el charco, un 16 de enero de 1949, lo hacía de la mano de su joven esposa, una moza de Ambasaguas, Cinia González, que era sobrina del gran mito de los indianos leoneses, Pablo Díez, Don Pablo el de Vegaquemada, que ya era el dueño de un gran imperio, la cervecera Coronita. Con el tiempo Antonino Fernández sería quien tomó las riendas del gigante que había creado el tío de su esposa.

En 1977 estuvo 3 días secuestrado por la Liga Guerrillera; su mujer vio el secuestro y él recibió un tiro en el fémur  Pasaron varias décadas, se repetía en todas partes aquello de «los de Coronita», se hablaba de sus historias y leyendas urbanas, pero Antonino y Cinia se han hecho ‘familiares’ en la vida cultural y social leonesa, a través de la Fundación que lleva su nombre en Cerezales del Condado, una asociación que se ha convertido en un referente, que ha dinamizado la vida de la comarca, que es un modelo en el que se miran muchos y que admiran otros por los medios que tiene. El secreto de ‘los medios’ es que aunque su fundador no era un indiano al uso sí cumplió a rajatabla con el primer mandamiento de los más triunfadores, dejar en su pueblo, en su tierra, un legado que haga imborrable y eterna su figura. En el caso de ‘Don Antonino’ es la Fundación, pero también proyectos como Soltra (Solidaridad y Trabajo) o sus desvelos por la Virgen del Camino, tal vez heredados de su mentor empresarial, como heredó de él el que seguramente es la única empresa que abordó y no ha podido ver finalizada con éxito en vida:su empeño (y cuantiosas aportaciones económicas) en la causa de beatificación de Isabel la Católica.

Antonino Fernández vio la luz en Cerezales del Condado en 1917, lo que casi le ‘obliga’ a tener el primer contratiempo en su biografía en aquellos funestos años de la guerra civil, a la que se tuvo que incorporar muy joven y de la que siempre hablaba con gran dolor.Era después un joven policía municipal en León cuando conoció en la fiesta de La Virgena una joven de Vegaquemada, Cinia González Díez, sobrina de quien ya era una leyenda en León, el indiano Pablo Díez... Noviazgo, boda rumbosa, e invitaciones a quien ya veían como un ‘espabilado’ Antonino para que probara fortuna al otro lado del Atlántico. Yla probó. Era un 16 de enero de 1949, nunca olvidó aquel vuelo, un DC3 de Aerovías Guest que aterrizó en México.

Siempre con Cinia a su lado pero consciente de las responsabilidades que asumía, tanto que muchas veces contaba —era un gran conversador—una anécdota que le dolía. «Recuerdo el primer día de trabajo en la Modelo, Don Secundino García (apoderado de Don Pablo) me acompañó a la Cervecería y antes de entrar me detuvo en la puerta y me dijo:
- De aquí para adentro, no hay familia. De aquí para afuera, sí hay familia».

En el Grupo Modelo comenzó a trabajar en los departamentos de lavado de barriles y despacho de camiones  Pero lo que más le dolió llegó cuando ya era un empresario de éxito, en 1977. «Ocurrió lo imprevisto en aquella mañana del 29 de marzo de 1977. Un hombre herido, maltrecho, sin afeitar, con la figura desencajada, con ojos de no dormir, había sobrevivido a un legendario secuestro en el Distrito Federal. La prensa, en grandes titulares, había golpeado a la opinión. «Industrial secuestrado». 72 horas después, el protagonista atravesaba el umbral de su casa, ante de reporteros sin que percibieran de quién se trataba. Era el fin de tres interminables días en manos de la Liga Guerrillera 23 de Septiembre. Aquella mañana ocurrió todo en segundos, al lado de su hogar, cuando iba a subir a su automóvil. Dos hombres armados se apoderaron de él, y dispararon cuando opuso resistencia. Un proyectil atravesó el fémur de su pierna derecha con orificios de entrada y salida. Cuando su mujer, Cinia, se asomó al balcón al oír los disparos, sólo vio un coche huyendo y un reguero de sangre caliente tras las rodadas».

Ya era un leyenda como empresario pero no fue su vida laboral un llegar y heredar la empresa del tío de su mujer. Cuenta en la biografía de «sus amigos» los Dominicos que «comenzó trabajando en la Cervecería Modelo, en los departamentos de lavado de barriles y despacho de camiones. Después, un intenso aprendizaje, con jornadas agotadoras, hasta que llega la invitación de Don Pablo para que se hiciese cargo de la Administración General del Grupo, a la que se resistió tercamente. Pero la invitación se convirtió, de pronto, en orden no negociable...». Yahí arrancó su leyenda.

Leyenda en la que un día volvió la mirada hacia León, hacia Cerezales del Condado, a su infancia, y así nació su gran legado social y cultural.
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