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El ruido y la furia

21/11/2015
 Actualizado a 13/09/2019
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Primero fue el silencio. En el bar, esa noche, las pantallas de los móviles brillaban en la oscuridad y todo el mundo leía las noticias sin decir nada. Fue sólo al principio.

Ha pasado una semana. El dilema: ¿cómo escribir sobre los atentados en París, con todo lo que se ha dicho ya? Pero, ¿cómo no escribir sobre los atentados en París?

EL RUIDO:

Ha habido -y hay- tanto ruido. Llegó enseguida. Expertos en Oriente Próximo, expertos en yihadismo, expertos en el Islam. Y muchas opiniones, muchísimas. Las reflexiones cada vez se hacen más deprisa.

Había que buscar en ese ruido una explicación, había que entender lo que había pasado, decidir un camino. Se compararon víctimas, algunos destacaron el precio del dolor según en qué mercado, como si nadie hubiera hablado nunca de la guerra en Siria, como si hace pocos meses no hubiera existido Aylan Kurdi y su foto no hubiera dado la vuelta al mundo.

LA FURIA:

«Ha sido un acto de guerra», dijo Hollande. Y las bombas sólo tardaron dos días en caer. El fuego combatido con el fuego.

¿Sirve de algo golpear más a la infortunada Siria para combatir una maldición, el ISIS, que se extiende por decenas de países? ¿De verdad así se acabará con un terrorismo que se ha alimentado de esa furia, que la usa como propaganda para crecer? ¿Alguien cree que las bombas son tan precisas que distinguen a los inocentes?

Vuelve el silencio. Las respuestas llevan años esperando, no se lograrán tan rápido.
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