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El procurador de la memoria

12/12/2014
 Actualizado a 12/09/2019
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Lejos de los focos de otros, a los que les gusta más salir en un periódico que escribir dentro de ellos, la provincia atesora ciertos individuos que con el silencio por bandera están recuperando todo lo que fuimos, esencia de lo que somos. Faunos del legajo que dedican su vida a buscar en el desierto húmedo de los archivos los detalles de nuestro pasado, de nuestras ancestrales costumbres.
La asociación ‘Pendoneros de León’ hacía entrega hace unos días al archivero de la Diócesis de Astorga, José Manuel Sutil Pérez, de un título que sin duda hace gala, con su nombre, de lo que verdaderamente titula: Procurador de la memoria. Un acierto esta nomenclatura por parte de dicha agrupación, que también ha tenido a bien honrar al canónigo con el premio honorifico 2014.
Desde la propia entidad se quiere agradecer así la labor de Sutil a la hora de ayudar en la investigación de los paños leoneses ligados a cada uno de los pueblos y comarcas que se aglutinan bajo la diócesis asturicense. Un trabajo que sirve para conocer detalles de los pendones, y así la historia de cada pueblo.
Durante varios años pude realizar trabajos de verano en el propio archivo como auxiliar y he de decir que lo que allí se encuentra es tan valioso como el más preciado cuadro de Velazquez que pueda guardar el museo del Prado. Nacimientos, matrimonios, defunciones, libros de fábrica… pasado de los pueblos de la diócesis maragata que se extiende más allá de nuestra provincia para retratar un lienzo de costumbres y formas de vida.
A través de sus libros cientos de personas han elaborado su árbol genealógico, pudiendo demostrar en muchos casos su ascendencia española.
También, por ejemplo, se han podido investigar asuntos tan dispares como la censura en las películas proyectadas en los cines de Astorga, donde también el Obispado tenía que dar su beneplácito, o la existencia de una empresa de diligencias del poniente de España, que se asentaba en el pueblo de Santiagomillas y cuyo libro acaba de salir.
Y todo esto bajo la batuta, primero de Augusto Quintana, y desde hace varios lustros el propio Sutil Pérez, que envejecieron sus ojos y llenaron sus manos de callos agarrando la lupa que les permitía descifrar los legajos, algunos de hace muchos siglos, que dan sentido a todo el depósito. Más que ratones, lobos de biblioteca que han procurado defender esos papiros que hacen del diocesano uno de los archivos más prolíficos de cuantas provincias eclesiásticas hay en España.
Necesitamos procuradores de la memoria como ellos. Necesitamos a todos los que bauticé como Land men, hombres de la tierra; que no permitan que se pierdan las costumbres, el folclore, la idiosincrasia de los pueblos, del entorno rural. Y no me cansaré de decirlo. Solo respetando el pasado y tratando de conservar lo que nos han dejado nuestros ancestros seremos capaces de mirarnos a la cara y decir soy maragato, bañezano, valdornés o cepedano. El resto es globalización. ¿Por qué queremos ser todos de Apple, de Zara o de Nike cuando podemos distinguirnos con algo mucho más grande, antiguo y primigenio? Cuando podemos creernos hijos del Dios Teleno. Nada más, y nada menos.
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