Oubel vive ‘protegido’ en el módulo de Enfermería de Villahierro, por orden de la dirección de la cárcel Oubel no murió y desde entonces se encuentra en la cárcel leonesa de Villahierro, donde increíblemente jamás ha necesitado ningún tipo de medicación para lograr conciliar el sueño. Ni siquiera las primeras noches después de la atrocidad con la que rompió para siempre la vida de Rocío Viéitez, la madre de las niñas, de quien Oubel estaba separado. Tras un divorcio ‘amistoso’, él había iniciado una nueva vida con otro hombre, Jorge, tras cambiar de condición sexual. Nadie se explica qué llevó a este hombre que se dedicaba a la cría de perros –antes del asesinato tuvo tiempo de poner a nombre de su novio la titularidad de los canes que compartían– a terminar con la vida de sus hijas.
"Un psicópata de libro"
Cuando llegó a la cárcel de Mansilla hablaba abiertamente de lo ocurrido. «Sin remordimientos, sin lágrimas», cuenta una funcionaria de la prisión leonesa. «Decía que se había sentido presionado por el entorno de su mujer y que había tomado muchas pastillas ese día». «Sé lo que hice porque lo he leído en los periódicos, pero no sabía lo que estaba haciendo», aseguraba a otros reos, «y si fuera hoy no lo haría, pero ahora ya no hay marcha atrás".
Los que entienden de estas patologías definen a David Oubel como «un psicópata de libro». «A pesar de la salvajada que hizo con sus propias hijas, no siente ningún tipo de empatía», relata alguien que lo ha conocido bien, «diferencia perfectamente entre el bien y el mal, pero no siente nada».
Desde su ingreso en prisión no ha necesitado tomar ninguna medicación. "Es un psicópata, no empatiza" Hay consenso a la hora de relatar que la vida del conocido como ‘doble parricida de Moraña’ en Villahierro es «absolutamente normal». Dicen que se ha integrado bien, «sin ser ordenanza ayuda y colabora». No le sentó nada bien que el personal sanitario firmara un documento para evitar que se le nombrara ordenanza del módulo de Enfermería en el que reside junto a otra cuarentena de presos, entre ellos varias mujeres –una de ellas Raquel Gago, condenada a 14 años por el crimen de Carrasco–. «Aquí todos tienen su delito», se queja él.
De haber logrado ser ordenanza de Enfermería, Oubel hubiera cobrado un ‘sueldillo’, lo suficiente para no tener que vivir del dinero que le ingresa su familia (un máximo de 80 euros semanales), que de vez en cuando le visita, sobre todo su madre.
Presume en prisión de ser maestro y a veces da clases a otros presos. También ha empezado a estudiar Derecho. Comparte celda con un estafador asturiano y no tiene problemas en contar por qué está preso.
En el juicio ha reconocido los hechos: «Estaba en una situación límite», dijo. «Está claro que prefiere cumplir condena en prisión que en un psiquiátrico, es listo», concluye alguien que le ha tratado a menudo en Villahierro, donde podría regresar cuando concluya su juicio.