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El obispo de Astorga

17/03/2017
 Actualizado a 09/09/2019
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Hace algún tiempo que padezco una llamada o toque de obispo, pero no al estilo mitrado y trenero que Pereira nos comenta en su cuento ‘Toque de obispo’ referido al obispo de Mondoñedo, villa que alimenta el cuerpo con la exquisita tarta Do rey das tartas y el alma con la obra del escritor Álvaro Cunqueiro en cuyo epitafio por su deseo expreso figura: «Eiquí xaz alguén, que coa súa obra, fixo que Galicia durase mil primaveras máis» y cuya estatua, sentado contemplando la catedral de Mondoñedo, fotográficamente hablando, claro está, flanqueamos el poeta Miguel Ángel Curiel y yo en agosto de 2006.

Pero no es del obispo de Mondoñedo de quien deseo hablar, sino del mío, del que ahora dirige la diócesis de Astorga a la que como berciana que soy por los cuatro costados pertenezco, el primer obispo elegido en España por el papa Francisco. Y como quiera que hace un tiempito, que diría un latinoamericano, me borbotonea la curiosidad por conocer en carne y hueso a este obispo que vive con su padre en un apartamento de la residencia sacerdotal astorgana, me desplacé en coche, que los trenes conocen muy mucho la precariedad ahora, a Veguellina de Órbigo. Pues con gran antelación unos amigos me habían informado de la presencia de don Juan Antonio Menéndez Fernández, asturiano, en el programa ‘Conversaciones sin red’.

La entrevista bien planteada por Tomás-Néstor Martínez se llevó a cabo el 18 de febrero en la sala cultural de Caja España. Gracias a ella me topé con un obispo agradable, sencillo, interesado en cuestiones sociales como el tremendo asunto de las migraciones y en los foros culturales por lo que piensa dedicar un local del maravilloso palacio episcopal gaudiano con tal fin. Tuve ocasión, además, de conocer de cerca a una persona cercana al mundo minero (mis mineros faberenses y demás nunca se me olvidan. Mi padre y mi hermano a diario filtran antracita en mis venas), un simpático conversador tal como avalan las anécdotas sucedidas con el papa Francisco, como aquella que en la correspondiente visita ad limina al argentino de Buenos Aires el arzobispo compostelano Julián Barrio, muy conocido en esta diócesis, intencionadamente o no, se coló, armándose un pequeño revuelo, momento en que el anterior arzobispo bonaerense Jorge Mario Bergoglio les hizo una dulce reconvención: «Deshagan el gallinero. Deshagan el gallinero».

Total, al concluir el acto lo saludé y felicité. Me cae bien este obispo, acompañado entonces, que yo conozca, por Carlos Fernández García, reciente vicario episcopal que anduvo por tierras de Fabero en sus arranques sacerdotales, aunque no mucho, y a quien pude saludar previo al inicio de tan episcopal acto. Pero bueno, el obispo es el obispo. Cierro.
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