16/10/2016
 Actualizado a 15/09/2019
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En León, como en Asturias, Cantabria o Galicia, el indiano siempre tuvo gran predicamento desde que los primeros emigrantes al otro lado del Atlántico que volvían a su tierra enriquecidos comenzaron a proliferar. En lugares que no alcanzaban a dar de comer a sus hijos que los que se habían ido y hecho dinero en América se mostraran generosos con los suyos se consideraba casi una obligación de éstos. No importa que el indiano se hubiera tenido que ir por falta de ayuda de sus vecinos o que hubiera sufrido su indiferencia cuando volvió alguna vez mientras no hizo fortuna en América.
Por lo general, el indiano solía corresponder con sus pueblos construyendo iglesias y escuelas, financiando las fiestas patronales del verano, incluso prestándoles dinero a los vecinos y así la gente no sólo le permitía vivir tranquilo cuando volvía de vacaciones a su lugar, sino que se vanagloriaba de él. Durante todo el siglo XX la provincia de León ha visto cómo emigrantes enriquecidos al otro lado del mar sembraban de dinero algunas aldeas, si bien la mayoría de ellos nunca apostara por invertir en su tierra. Ello contribuiría a crear un síndrome, el del indiano, que, sumado a la falta de iniciativa empresarial de los leoneses, habituados desde los romanos a esperar que las inversiones llegaran siempre de fuera, que el boom de la minería acrecentó en el siglo XX (la mayoría de las empresas mineras eran de capital foráneo), ha convertido a León en una especie de parvulario donde todo el mundo espera que lleguen Papá Noël o los Reyes Magos. A veces llegan por casualidad, como esta semana en la que a León le ha tocado la lotería por partida doble con la publicación de la herencia del presidente del grupo mexicano Modelo, fabricante de la cerveza Coronita, que ha dejado un montón de millones a sus familiares leoneses, y con el emparejamiento en la Copa del Rey de fútbol de la Cultural con el Real Madrid, que dejará también otros varios en las depauperadas arcas del pobre equipo culturalista y en las de la hostelería de la ciudad. Pero todo eso no deja de ser un parche en la salud de una economía, la leonesa, en estado calamitoso, como no deja de ser un ejemplo más del peterpanismo de una sociedad que se niega a aceptar que la época de los indianos se terminó y que es ella la que habrá de crear la riqueza que necesita para sobrevivir. Ni siquiera le queda ya el recurso de esperar que Zapatero, el último ‘indiano’ de la provincia, le vaya a traer el maná de las inversiones, pues ya no está en el poder. En la España actual el indiano es ya una anacronismo histórico. En todo caso, sería un jeque árabe, pero no parece que a León vaya a llegar ninguno, con el frío que hace y lo lejos que está de Marbella.
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