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El fútbol es así

18/02/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Básicamente, lo peor que le puede pasar a un partido político es ser favorito en las encuestas cuando queda un año y medio para que se celebren las elecciones. Es algo así como ser líder de la Liga de fútbol en las primeras jornadas, lo que suele garantizar que terminas la temporada en puestos de descenso. El símil no es casual, no tiene que ver con un intento de captar la atención del lector haciendo referencia a sus verdaderas inquietudes: es para que lo entiendan los representantes de Ciudadanos. Los naranjitos van a tener que adentrarse en el lenguaje deportivo si quieren sobrevivir a la batalla que tienen por delante. Pueden empezar por no entender como una ofensa lo de naranjitos, que es en realidad un arrebato de su españolismo, y pueden seguir por descifrar lo que significa que la segunda parte se les va a hacer demasiado larga. Adentrarse en el lenguaje del partido a partido les ayudará en su guerra contra un rival más atento al Marca que a la Constitución y gran aficionado al ciclismo, ese deporte en el que termina subido al podio un corredor al que sus gregarios le van cortando el viento por el llano y marcando el ritmo por las cuestas. Como el propio discurso naranjito, el idioma del gol está lleno de trampas y contradicciones, así que se adaptarán rápido gracias a su habitual lección de dicción. Lo más importante para ellos, lo que más les puede aportar el lenguaje deportivo, es que en cada frase desborda pasión. Los verbos no se conjugan sino que van estallando como fuegos artificiales de sujetos y predicados. Ahora que han desaparecido las ideologías, o que en el mejor de los casos son todas la misma, perfectamente reversible, lo único que todavía les queda a algunos partidos, y tiene mucho mérito a estas alturas, es la pasión con la que algunos votantes aún defienden sus siglas, por mucho que les obligue a votar tapándose la nariz el hedor de independentistas relativos y constitucionalistas intermitentes, los ERES y los egos, portavoces y portavozas, sobres en B, comisiones en A y en el resto de letras del abecedario. Esa pasión capaz de negar la evidencia por sangrante que resulte no se aprecia en el equipo naranjito, quizá porque nunca funcionó demasiado bien el filtro para evitar que, con honrosas excepciones, se les colaran oportunistas varios y reyes del postureo en general. Ahora les ha dado por jugar a estrategas políticos bloqueando los presupuestos aquí y allá, la carta más previsible que pueden jugar, pero asumen el riesgo de que la gente concluya que no les necesitan para salir a comprar el pan. La capacidad de generar en el votante empatía hacia una serie de valores (por malolientes que puedan llegar a resultar, que hay gente para todo) no es fácil con el reclamo de una marca blanca (a no ser pasionales clientes de Mercadona, que efectivamente hay gente para todo). El himno del sentido común no emociona a nadie si nunca falta tus discursos pero nunca aparece en tus decisiones. El lenguaje deportivo les ayudará a superar sus contradicciones, porque permite decir una cosa hoy y la contraria mañana, lo que puede ayudar a explicar que prometieron no permitir gobiernos de corruptos y, en cambio, los siguen amparando, o su reciente brote en defensa de los votantes de los pueblos, una misión para la que tendrían que empezar por cambiar el nombre del partido, claro. Para conseguir algo así, para despertar pasiones, hay que sentir los colores, sudar la camiseta, comprometerse con el escudo, luchar cada día para estar a la altura de esta afición que se lo merece todo... Tienen más complicado en su caso que resulte creíble lo de que «el mérito es de todos, lo importante es el trabajo de todo el equipo y no de una sola persona por mucho que sea el que mete todos los goles».
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