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El demonio me lleve la gorra

29/01/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Entre las manías del Padre Jular al encontrarme —se había vuelto tan tolerante que a la afrenta de llamarle Padre Jular sólo respondía con una sonrisa al biés—la más repetida era la de que le contara el anecdotario de los históricos de ‘el partido’ «por aquella ruralidad montañesa tuya de filósofos y batas guateadas».

(Post Data a medio texto: Soy consciente de la bronca que me iba a meter por la maqueta de la última página de su obituario, no soportaba los periódicos mal maquetados, pero valga la buena voluntad).

Vuelvo al suco que ya me esnorté. Del anecdotario que le repetía en cada encuentro lo que más le gustaba como expresión era la del viejo Teodoro cuando al perder la chica, que era lo que más le molestaba, se echaba la mano a la cabeza y lamentaba «¡qué el diablo me lleve la gorra». Yse rascaba debajo de uno de sus habituales y estrafalarios sombreros.

Pero lo que más le gustaba, como buen socarrón, era cuando le contaba cómo Angelillo evitaba hablar de la guerra al hablar de la guerra y reducía su paso por el campo de concentración de Vallecas a un «yo cuandolas pasé putasfue aquellos tres años que jugué en el Rayo Vallecano». Y como siempre había un asturiano que se interesaba por su etapa de futbolista seguía con la sorna:«Sí hombre, jugaba de extremo derecha;bueno, la verdad es que allí los tres mil que estábamos jugábamos de extremo derecha, era lo que había». Ycuando iba a pedir trabajo y todo iba bien en la entrevista, pues era un tío con estudios, «más que Franco», decía él, pero temía la última pregunta, habitual siempre.

- ¿Años en el frente?

- Siete, pero en el de enfrente.

Y ahí estallaba en la carcajada.
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