El cisma de P. Sánchez

Pedro Rabanillo Martín
28/03/2017
 Actualizado a 11/09/2019
Cuando P. Sánchez salió al ‘ruedo’ de la alta política, era difícil imaginar cómo lidiaría el ‘mihura’ que le había tocado en suerte –Secretaría General del Partido Socialista– sin salir revolcado del ambicioso cargo. Las ‘corridas’ electorales le sirvieron para probar que esa clase de espectáculos le venían grandes a pesar de la atrayente envergadura de su físico, debido a ese talante indisciplinado que ha mostrado en las distintas ‘faenas’.

P. Sánchez no es socialista. Es un híbrido populista-antisistema, un subproducto del fenómeno 15M, que con refinada astucia se valió de las siglas de la rosa para entrar por la puerta grande de Ferraz, sin que le pidieran la cédula de identificación del verdadero ideal que decía practicar. Los resultados de todas las elecciones así lo confirman. Nunca a un político se le ha notado tanto la referencia a la hipocresía como a este individuo.

Las elecciones municipales y autonómicas le marcaron una tendencia que no ha abandonado: contar más con los votos populistas y separatistas que con los del socialismo que representaba o amagaba representar. La noche del 20-D de 2015 no dejó lugar a duda, a pesar del batacazo personal sufrido como socialista. Se veía eufórico por la «cosecha» de sus «compañeros de viaje», con los que a priori contaba para instalarse en La Moncloa. Ya lo habían refrendado con los pactos que disfrutan los podemitas en las principales capitales del país, en tanto los ciudadanos de esas plazas padecían la insolencia y el abandono de los impresentables regidores. Hasta la basura en las calles corroboran el sarcasmo de tan humillantes acuerdos.

Cuando la candidata más refrendada para el Ayuntamiento de Madrid, Sra. Aguirre, ofreció la alcaldía al Sr. Carmona, candidato socialista, el inexorable P. Sánchez, en un rasgo de ‘melindroso’ comportamiento, regaló a la insólita Sra. Carmena la Excelentísima Institución, saliendo feliz de la infamia a la espera de la ambiciosa contrapartida. Hechos como el que anotamos los propició y celebró a raudales. Vean sino los Ayuntamientos de Badalona, Cádiz, La Coruña, Santiago de Compostela, Valencia, Zaragoza, así como otras de menor importancia; amén de las autonomías que presiden los socialistas y hasta diputaciones. No tiene desperdicio para la degradación política, y mucho menos para airear los eslóganes de igualdad y democracia, con que tanto se llenan la boca al invocarlos.

El síndrome del NO que padece es normal en un personaje de su estructura mental. No es capaz de discernir lo substancial de lo virtual, debido a ese tic de antagonismo sobre la realidad de los hechos.

Protagonizó deslices de bulto, como la fantasmada del «banderazo de la hipocresía» que tuvo a bien regalar a una comparsa de fanáticos sumisos, que queriendo imitar a los yanquis disfrutaron a lo grande de la «barata» parodia, como si en realidad se tratara de un axioma de creíble espontaneidad.

El humillante espectáculo de arrodillarse ante P. Iglesias y su congénere griego, implorando ayuda para perpetrar el mayor genocidio político de la historia le colocó fuera de sus ‘casillas’. Su estado anímico en aquellos momentos hubiera reventado la estructura de todo el complejo administrativo del Estado.

Ante la perspectiva de haber heredado de su antecesor el signo duro de la oposición al PP, por su cuenta ha extremado la combinación de factores para hacerle más feroz, colocado en la cima de la contumacia, acusando al Sr. Rajoy de ‘capo’ de la corrupción, cuando la Justicia es incapaz de establecer responsabilidad alguna.

Resulta sorprendente que en ausencia de programa alguno que le validara como preboste del socialismo, el partido político más legendario de este país, con cerca de 140 años de historia, comprometido con todas las vicisitudes de esta España pudiera mantenerlo en tan alto cargo. Ha venido tomando el pelo a los dignos votantes que siempre han respetado el símbolo de la democracia como dogma para la convivencia con los demás credos de la sociedad. Los remilgos para no mostrarse antisistema son falsos. Es más radical, el trío ‘I.M.E.’ que lucha por imponernos el sistema greco-venezolano, con la anuencia iraní, según las lenguas de información.

Una vez celebradas las elecciones gallegas y vascas, se resistió a claudicar de su farragoso NO, a pesar del monumental batacazo recibido. Pero aún dispone de un as escondido en la manga: pasarse sin sonrojo al bando podemita, arrastrado consigo a los ingenuos que creen en la sinceridad de su ideal socialista. Afortunadamente, las cabezas más lúcidas del partido tomaron cartas en el asunto, aviniéndose a facilitar un Gobierno que dé estabilidad para llevar a cabo elprogresivo avance. Los hechos cantan. Esperemos que los socialistas que sienten la democracia como argumento indispensable para una sana gobernabilidad, sean consecuentes con la urgencia de evitar el desastre con nuevas elecciones.

Parece ser que defenestrado del partido, por su terca oposición a ser objetivo ante la imperante necesidad de sacar adelante una oportuna legislatura, y ante un estancamiento que siguiera ahondando la crisis de gestión, se ha salido por la tangente del rencor, con un invento de cisma alentado por un grupúsculo de ‘cantamañanas de medio pelo’ que le instigan a llevar el asunto a los juzgados por entender que la forma de obligarle a dimitir del cargo de secretario general ha sido ilegal. No entendemos de cambalaches políticos, pero sí de la infamia que tratan de perpetrar los que hasta ahora han venido ‘amamantándose’ de las ‘ubres’ del Partido Socialista Obrero Español, y que en flagrante matricidio tratan de asestar un golpe moral a la institución que les lanzó a la órbita de la política.

Para terminar, pedir a todos los socialistas de condición y corazón, que sigan siendo fieles a la rosa de sus ideales. Y a los que hasta ahora hayan podido dudar de una justa posición, vuelvan a las filas del Partido Socialista Obrero Español, que tan necesario es para la alternativa del Gobierno, y que por madurez e historia tiene, en circunstancias normales, pleno derecho a ganarlo para la democracia. Los reticentes, que se olviden de ‘cantos de sirena’ y vuelvan al redil de la fidelidad que siempre ostentaron.
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