El brindis de los valientes

Usuario, voluntaria y técnico ponen rostro a la labor de la Fundación Cauce, que este año celebra su 20 aniversario

I. Herrera
25/04/2016
 Actualizado a 17/09/2019
Nuria, Carmen y José Luis, ponen rostro al trabajo de Fundación Cauce contando su experiencia, cada uno desde su perspectiva. | MAURICIO PEÑA
Nuria, Carmen y José Luis, ponen rostro al trabajo de Fundación Cauce contando su experiencia, cada uno desde su perspectiva. | MAURICIO PEÑA
Técnico, voluntaria y usuario de la Fundación Cauce brindan por los 20 años que cumple la institución. Y que sean muchos más. Se podrían escribir cientos de líneas dando cuenta de cómo se fundó Cauce, cuáles son sus objetivos, sus programas, su organigrama... pero el mejor retrato de lo que es y lo que hace se encuentra en la mesa sobre la que reposan las copas de estos tres protagonistas. Un día cualquiera, en un bar cualquiera, Carmen, Nuria y José Luis comparten su experiencia, cada uno desde su perspectiva.

Nuria es hoy voluntaria, pero antes fue usuaria; recibió ayuda de Fundación Cauce en forma de alimentos, material escolar para sus hijos, ropa... pero sobre todo encontró apoyo. «Estoy separada, tengo dos niños, hipoteca, llevaba dos años sin trabajar y, claro, es que hay que comer... Y te ves sola. No sabes qué hacer ni adónde ir. Te sientes perdida y poco comprendida... Muchas veces la gente más cercana, con su mejor intención, quiere quitarle importancia a tu problema; e incluso tú misma llegas a pensar que a lo mejor no es para tanto, que seguro que habrá gente peor que tú; era lo que yo pensaba, que las instituciones benéficas estaban para atender a personas con otro tipo de problemas como las drogodependencias o el alcoholismo, o para prestar ayuda a inmigrantes».

Lo mismo le pasaba a José Luis, usuario de Fundación Cauce, inquilino del piso de acogida. «Y creo que esa idea la tenemos en general muchas personas, pero no es así, cuando estás dentro de esto te vas enterando de que hay mucha más gente de la que imaginas», apostilla éste.

Pero toda situación tiene un límite. A Nuria le estaba quitando el sueño, sobre todo por sus hijos: «Fíjate lo que me llegaba a plantear, plantarme en un gran supermercado y que mis hijos coman hasta que revienten, llega un momento que ya... O, le dejo los niños a su padre, y yo cometo cualquier delito, que por lo menos en la cárcel me dan de comer. Yo eso lo he pensado mil veces».

Así llegan hasta la ‘Carmen’ de turno. A Cáritas, a Cruz Roja... –de donde les vienen derivados muchos de sus usuarios– o a la propia Fundación Cauce. Carmen, técnico de Cauce en León, sostiene que la acogida es fundamental y, al mismo tiempo, lo más difícil. «Vienen muy hundidos, no ven ningún tipo de salida, así que lo primero es levantarles el ánimo, hacerles ver que tienen cualidades».

Recuerda la primera entrevista que tuvo con Nuria. «Venía derivada de Cáritas, sabíamos la situación que tenía; entró por la bolsa de empleo, pero cuando le hicimos el seguimiento, valoramos que era una persona a la que había que ayudar más, no sólo en materia de empleo; además, la veíamos muy capaz de encontrar trabajo pronto, como así fue».

Nuria trabaja en un supermercado Alimerka desde hace diez meses. Empezó con un contrato de tres horas y a los dos meses pasó a estar a jornada completa cubriendo una baja por maternidad. Aquel día de julio que le dijeron que empezaba a trabajar se le abrió el cielo. Y llama la atención lo primero que se le vino a la cabeza a Nuria nada más recibir la buena nueva: llamar a Carmen y a Cáritas para contárselo y decirles que ya no iba a necesitar los alimentos y demás ayudas para que se las dieran a alguien que las necesitase más.

Pero no era, ni mucho menos, una despedida. Nuria renunció a seguir recibiendo ayuda material porque, con trabajo, podría satisfacer las necesidades básicas de ella y de sus hijos; pero no renunció a Cauce, había recibido su solidaridad y quería devolvérsela. Desde entonces es voluntaria de la fundación. Ella, su hija, y hasta su madre. «A ver, económicamente no puedes, porque que empieces a trabajar no quiere decir que salgas del bache, tienes muchas deudas; pero con mi tiempo, que lo da dios de balde, ayudo lo que puedo».

«A mí me ayudaron mucho, ya no sólo con comida o material escolar, sino también psicológicamente, porque te ves hundida en esos momentos, ahogada, porque al fin y al cabo, si yo hubiera estado sola, no sé, no sé lo que hubiera pasado, lo pasas mal pero de diferente manera, pero cuando tu hijo te dice que quiere esto o lo otro para desayunar y tienes que decirle un día detrás de otros que no hay o que no puedes... Es gracias a Cauce que mis hijos empezaron el colegio con todas sus cosas.» Y aquí, a Nuria, se le resquebraja la voz y asoman las lágrimas, «jo, es que me emociono».

De usuaria a voluntaria


Ahora cobra un sueldo de jornada completa que «para mí es una millonada», ya se vio ‘salvada’ incluso con los 436 euros mensuales que iba a cobrar por el de tres horas al día... Eso sí, en su casa se practica el ‘no’, «yo a mis hijos, cuando digo ‘no puedo’, no insisten; yo sigo con el ‘no puedo’ porque es un contrato temporal y, como digo yo, habrá que guardar para cuando vuelvan las flacas que como yo ya lo he pasado...».

Su relato es una historia de victorias. Nuria venció el miedo, la vergüenza –«la de la gente del entorno, porque a mí no me da vergüenza decir que me han ayudado, porque es cierto, no es una deshonra»–, venció al insomnio, los prejuicios, en definitiva, venció a la adversidad.

Y en esa lucha se encuentra José Luis Burdel, que desde que llegó a Fundación Cauce, en septiembre del pasado año y, en su caso, derivado de Cruz Roja, está muchísimo mejor. «Llegué muy mal, muy muy mal, y gracias a Cauce he salido adelante, sobre todo psicológicamente, porque el trabajo todavía no ha llegado...».

Al recordar aquellos días se le remueve todo por dentro, «me encontraba solo totalmente». Es el hombre de los 21 días –este periódico ya publicó un reportaje contando su historia: ‘Con un pie fuera de la calle’ (29/11/15)–, 21 días que cambiaron su vida, los que tardó su pareja en dar el último aliento después de que le diagnosticaran una enfermedad terminal. Una desgracia que lo fue más si cabe por la situación económica en la que se vio inmerso. Cuando se acabaron los ahorros, había vendido todo lo que tenía y no le quedaba ni para comida se tuvo que echar a la calle.

La vivió en toda su crudeza y experimentó sus consecuencias. «Llega un momento en que pierdes la noción del tiempo y el espacio». Y ahí es cuando sacó fuerzas de flaqueza y se decidió a entrar en Cruz Roja, «había llegado muchas veces hasta la puerta, pero me había dado la vuelta; decía, ¿cómo voy a contar yo esto?». Porque a José Luis, como le pasó a Nuria, le parecía que las ayudas de estas instituciones benéficas no eran para él. «Hasta que llega un momento que están tan agobiado... –es Nuria la que termina la frase– que ya no te queda más». Ambos cruzan una mirada de complicidad, saben de lo que hablan.

José Luis fue a Cruz Roja porque «era de la que más había oído hablar, y ellos me pusieron en contacto con Fundación Cauce, y gracias a ellos he salido adelante». «El trabajo es lo que me tiene a mí un poco cabreado». Y ahí es donde salta Carmen, la técnico de Cauce, «hay que estar siempre ahí impulsando, porque se desaniman».
Carmen Carnero, técnica de Fundación Cauce, es la que recibe a los usuarios a su llegada. Es un momento crucial y sabe que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, lo que más necesitan es ser escuchados, vaciar toda la angustia que llevan dentro. A partir de ahí, y siempre que ellos quieran y se compromentan a cumplir las normas, Carmen se vuelca en cada uno de ellos. Es madre, esposa, amiga, hermana... un punto de referencia para los usuarios de Cauce en León y, aunque muchas veces acaba llorando las penas con ellos, es la primera en coger aire y ayudarles a levantarse. «Llegan muy receptivos, pero si va pasando el tiempo se van viniendo abajo y tienes que volver a remontar» ¿Lo más gratificante?: «Cuando encuentran una solución, que encuentran un trabajo, cuando saben gestionarse una ayuda por mínima que sea...».

Lleva tres años trabajando en Fundación Cauce y, en este tiempo, asegura que no exagera si dice que ha entrevistado a más de 400 personas en situación de necesidad. Ahí es nada.

Tres formas de ver la Fundación Cauce para celebrar el 20 aniversario, tres historias de valentía. La de ser el pilar en el que se apoyan los usuarios, como Carmen; y la de dar el paso para pedir ayuda, como José Luis y Nuria. El próximo brindis, para cuando José Luis encuentre trabajo. Ánimo, valiente.
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