noemi4.jpg

Educación y fachadas

26/11/2016
 Actualizado a 07/09/2019
Guardar
Los adolescentes pintan lazos morados y escriben historias trágicas sobre la violencia de género, mantienen acalorados debates y reciben charlas sobre las relaciones de pareja. Y eso es educación. Eso sobre todo, por encima de la formulación química y de la sintaxis y las obras de los autores nacionales y de las ecuaciones y de los phrasal verbs y de las fechas históricas y de las partes de la célula y del estudio del sistema cardiovascular y el muscular y el respiratorio.

Eso es oxígeno educativo. Y lo reciben, la mayoría, en aulas como las que vieron sus bisabuelos, abuelos y padres, sin proyectores ni pizarras digitales ni ordenadores, mientras ocultan el móvil entre las piernas y quedan por whatsapp para la manifestación del día siguiente contra la Lomce y ese ‘Black Friday’ sacacuartos que es el 3+2 universitario.

Las TIC que dicen promover las leyes educativas sólo se cumplen en ese pulgar que se mueve a escondidas bajo el pupitre. Para lo demás, Mastercard. Pero, eso sí, mucha fachada y mucho la educación nos importa (aunque los euros vayan para aeropuertos vacíos o se perdonen en amnistías fiscales). Y, sobre todo, que las estadísticas no canten, que queden bien para los informes y la prensa. Si hay muchos suspensos, mejor no plantear que hacen falta más recursos y más docentes de apoyo y clases menos saturadas; mejor se envía a alguien a decirle a los profesores: «¿pero por qué no aprobáis más?, ¡cuánta maldad!».
Lo más leído