12/07/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Tengo un recuerdo vívido de mis primeras confesiones. Confesarse era lo único en lo que los niños teníamos el mismo estatus que los mayores, nada nos diferenciaba y para un niño, ser tratado como un señor siempre ha sido algo importante. Consciente de esa importancia, me tomaba el examen de conciencia muy en serio, pero claro, a esa edad es difícil tener una noción clara del pecado. Así que incluía en mi dolor de corazón y confesaba al sacerdote el pecado de haber hablado en misa. Por muy sincero que fuera el propósito de la enmienda, para un niño resulta extenuante estar en silencio durante media hora, mucho más si está sentado con otros niños.

El primer recuerdo que tengo de Don Manuel –el nuevo cura que sustituía a Don Paciano– y de los aires nuevos que traía con él, es el de la misa de once, la de los niños, en la que en lugar de soltarnos un rollo en el sermón, que ninguno comprendería, nos preguntaba, nos dejaba hablar, levantábamos la mano y respondíamos, en la iglesia, qué emoción. Don Manuel desde el inicio fue un cura distinto, en lugar de sotana, lo veíamos todas las tardes con el maillot del Club Ciclista Benavides, pedaleando en su bici de carreras.

Y así se fue ganando a todo el mundo. También a los jóvenes. Amante de la música, grababa cintas a todos los que se la pedían, desde música clásica a ACDC, su despacho eran todo estanterías repletas de casetes y en el centro su equipo de música. Otra revolución que trajo consigo.Pero no dejó de lado a los mayores. A todos comprendía y sabía tratar. Cada mañana visitaba a los enfermos y siempre que había alguno ingresado en el hospital, allí acudía, fuera feligrés o no. Porque Don Manuel, nunca fue uno de esos curas que juzgan, acusan y amenazan con las llamas eternas. Él entendía el sacerdocio como acompañar y dar consuelo a quien lo necesitaba.

Y así fue cumpliendo años y a los 80 años en lugar de la calma, todo eran carreras para poder cumplir con otros pueblos que le había asignado. No sé cómo le daba tiempo para todo y nunca ni una sola queja.

Don Manuel ha sido un cura párroco que siempre quiso complacer a todos. Don Manuel ha sido un gran cura para Benavides. Valgan estas palabras breves como muestra de sincero agradecimiento.
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