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Dicen que volvió a beber

16/04/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Cuando el difunto Angelillo —nuestro fundador del Grupo de Filósofos de lo Rural Sin Obra Publicada—se azufraba, que coincidía con los días que tenía sed, no dejaba pasar el día en blanco y sumaba una larga lista de sucedidos que se cerraban con el milagroso hecho de que a partir de las tres de la mañana «aprendía a andar p’atrás y arqueado», suceso milagroso que para darle más tintes de santidad se combinaba con un hecho necesario para que los tribunalesde beatificación te tengan en cuenta:el dolor. Sucedía que al día siguiente tenía unos dolores de espaldaque le obligaban a atarse la faja de alguna de sus hermanas y colocárselo cual corona de espinas con doble vuelta de los cordones de apretar.

Pues bien, a la mañana siguiente del día de autos, conocedor de que su paso por las ventanas de las casas del pueblo era acompañado con un movimiento de cortinas y un comentario seguramente jocoso sobre sus andanzas caballerescas;decidió adelantarse a los acontecimientos y era él quien iba pregonando en voz alta aquel estribillo que consideró el más repetido en voz baja por quienes le veían pasar con dolores de espalda: «Ydicen que volvió a beber».

A raíz de esta medicina preventiva,que él inventó y alguien cobraría por la patente, la noche delViernes Santo se metió en la furfuga de las verdades desconocidas sobre los hechos inexplicables, como el de aprender a andar p’atrás sin ninguna causa científica. Angelillo dejó sin argumentos a quienes movían la cortina pues lo que ellas iban a decir ya lo dijo él. Tomó nota su alumno Toñín Cuba Libre, quien cada mañana después de una noche metida en barra, se detenía ante los vecinos y argumentaba: «Vosotros sabéis la sed que yo tenía ayer?».

Y, claro, no le iban a dar vinagre como le hicieron los malos a Jesús.
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