10/12/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Ten en cuenta que yo te pago tu sueldo» y sus diferentes variantes es uno de los comentarios más frecuentes y majaderos que escucha un funcionario público. Aparte de las ganas que hay que aguantarse para no arrojarle a la cara al necio que lo profiere una monedita, más que nada porque no existe ninguna de curso legal de tan ínfima cuantía, el hecho cierto es que los funcionarios también pagan el del que tal cosa afirma. Todos pagamos lo de todos: en eso se basa un país y una nacionalidad, no en himnos ni en banderitas o las proclamas de españolidad o antiespañolidad, cargantes y fatuas por igual. Por eso resulta tan ofensivo que, mientras se reclama diligencia funcionarial u otra pertinente aplicación de los recursos de todos, no suceda nada cuando esos recursos son hurtados a gran escala por procedimientos oscuros y hasta ilegales. Que Cristiano Ronaldo cobrara 150 euros por cada cromo que firmaba puede resultar desquiciado, pero ya lo hemos asumido como propio del perturbado negocio planetario del fútbol. Pero que estemos empezando a admitir que no suceda nada si no paga lo que nos debe a todos, que pese a trabajar y ganar aquí su «nación» sea allá donde menos pague, resulta repulsivo. Pero no es el único. Trump ganó la presidencia después de admitir que había engañado al fisco de su país durante años. El Partido que gobierna en España pagó en negro y chanchulló con una caja B durante décadas, según varios autos judiciales. La VW, además de estafarnos, nos va a costar una multa (que esa sí, pagaríamos todos), porque nuestro gobierno no les sancionó: tal vez se reconoció entre pares. Y así con los Apple, Google y demás compadres. Cachitos de rapiña y cromos.

Así que, ya saben, cuando voten, compren coches, ropa, comida, paguen la luz, el teléfono, vayan al estadio, vean la tele o enciendan el ordenador, o acaso se crucen con Messi o Xabi Alonso, pueden pensar que el sueldo se lo pagamos todos. Pero no pregunten de dónde son los que lo ganan.
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