Imagen Juan María García Campal

Congreso, quizá, de ocaso

14/06/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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En este jubiloso mayor tiempo disponible, he andado, ando aún –«reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas», dijo el buen Kafka– ocupándome del deshoje de mis cuadernos de escrituras en los dos blog mantenidos durante la mayoría de los días de los años 2007 a 2015 y, especialmente, de las entradas o textos que fueron a la par publicados en algún medio de comunicación. La propia escritura, bien sea en forma de diario personal, bien de opinión personal sobre vario asunto, es como dejar mostrar en esos cuadernos las brotadas del árbol que somos. Son las hojas de esos cuadernos –sus textos–, unas, hojas de íntima rama, otras, de rama pública, personales testimonios de los vividos días. Obviamente, este deshoje me ha exigido relectura y, así, he constatado cómo la que creía una sencilla operación de selección de textos, hojas, a salvar o conservar, se ha convertido en una especie de congreso extraordinario de mí mismo y lo que está siendo mejor –por saludable– cómo me ha llevado a descubrirme –una vez más– crítico hasta de mí mismo. Varios textos han sido los que no lograron volver a ser aprobados por este revisionista.

Y ello me ha alegrado íntimamente, pues me ha venido a indicar que no me tengo por sujeto hecho, sino, por fortuna, por un hombre en permanente construcción. Hombre al que las obras y actos de varia arte de quienes habitaron y habitan su vida, así como las conversaciones con muchas de ellas; el contacto con la naturaleza y tantas otras pequeñas cosas le corrigen, le enseñan, le enriquecen con un nuevo conocimiento: lo desbastan, lo cincelan, lo desprejuician, lo liberan. Claro que sentí el reproche de la prestigiada coherencia. Mas son tantas las veces que ésta me parece cadena de esclavitud intelectual o espiritual. Porque, ¿qué sería de nosotros sin el ‘Homo habilis’, qué sin el ‘Homo erectus’, qué sin otros incoherentes? ¿Seguiríamos, por coherencia, uncidos al estado primigenio?

No me ha sido fácil en todos los casos proceder al deshoje –no faltará quien lo llame autocensura, si no peores cosas–, mas sinceramente estimo me lo exige el haber comenzado o reiniciado mi viaje a la mesura o que, con Juan Marsé, he descubierto que «cultura es estar sentado tranquilamente en una plaza sintiéndose en paz consigo mismo y en paz con los demás», o que tal dice Soco Mármol Brís en su poema Ocaso: «Para poder ausentarse mansamente/ sin un solo rencor/ es necesario/ haber recuperado la esperanza/ de ya no esperar nada».
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