Con un pie fuera de la calle

José Luis pone rostro a la esperanza en el Día de las Personas Sin Hogar dando muestra de que es difícil, pero, con ayuda, posible

Isabel Herrera
29/11/2015
 Actualizado a 19/09/2019
José Luis vio desvanecerse su vida en cuestión de 21 días, a día de hoy ya tiene un pie fuera de la calle. | MAURICIO PEÑA
José Luis vio desvanecerse su vida en cuestión de 21 días, a día de hoy ya tiene un pie fuera de la calle. | MAURICIO PEÑA
Pasa pocas veces, pero cuando pasa... supone una reconciliación con la esperanza, la de los que duermen al raso o en centros de emergencia social, la de las instituciones que día tras día trabajan por minimizar estas situaciones y la de la sociedad en general. Este domingo se celebra el Día de las Personas Sin Hogar, José Luis fue una de ellas, actualmente está en proceso de emerger. Su historia demuestra que, aunque difícil, es posible.

Es un tipo de mirada agradecida, sonrisa sincera y fácil conversación. Ha pasado un año difícil, qué duda cabe, pero tras enfrentarse a sus propios miedos cogió impulso para seguir adelante y salir del atolladero en el que se vio metido en cuestión de 21 días, los mismos que tardó su pareja en dar el último aliento después de que le diagnosticaran una enfermedad terminal.

Cuando se agotaron los ahorros volvió a León, aquí tampoco tenía nada, pero sentía sus calles más hogar21 días, con sus días y sus noches, en los que todo se centró en atender a la persona con la que compartía una vida tranquila, cómoda, de las de noche de sofá y película. Una desgracia que lo fue más si cabe por la situación económica en la que se vio inmerso. Fue tirando de ahorrillos para pagar el sepelio. Se sostuvo mientras duraron los recursos en el piso de alquiler que compartían en Alicante, pero pronto se hizo necesario empezar a desprenderse de los efectos personales con un mínimo de valor para pagar las facturas, la mensualidad del piso o simplemente, la comida.

Cuando ya no le quedaba nada subió las plantas a la vecina de arriba y se despidió de Alicante. Volvió a casa, a León. Una casa de asfalto y frío, pero su tierra al fin y al cabo. Y aquí tras un intento fallido de buscar apoyo en su familia se echó a las calles. Ya ves, dice, «parece que estas calles las sentía más hogar que otras». Aunque ahora, sentado ante una taza de café revisando este último año, no da la sensación de que tuviera mucha opción de dirigir su vida, más bien da la impresión de que le que fueron atropellando los acontecimientos.

– «¿Dónde dormías, en algún centro?». – «No, no, en la calle calle». Concretamente se solía mover por la zona de la Junta, dice que le parecía más seguro, aunque tampoco sabe explicar más seguro que qué, porque la intemperie es la misma a un lado que a otro de la ciudad.

Empecé a notar que de vez en cuando me encontraba desorientado y me decidí a pedir ayudaPero más que de miedos, de frío o de hambre habla de soledad. Ese era su gran fantasma, sentirse solo y en medio de un duelo. Pasaron meses así, entre ellos los más fríos del año por estas tierras, y José Luis, hombre de compañía, de compartir, de conversar, se fue dejando llevar por la inercia del sinhogarismo. «Siempre he sido una persona a la que le gusta cuidarse, arreglarse, ir bien afeitado... pero no tenía ganas».

Aunque fue cuando tomó conciencia de que le empezaba a fallar la percepción del tiempo y el espacio cuando decidió coger el toro por los cuernos, como se suele decir. «Empecé a notar que de vez en cuando me encontraba desorientado, que pasaba por un sitio por la tarde y no me acordaba de que ya había estado por la mañana». Y dio el paso, una decisión que tomó sentado en la plaza San Marcos de León. No le resultó fácil, asegura, ir a pedir ayuda a Cruz Roja. De hecho cuenta que tras un primer intento de abrir la puerta se echó atrás y se sentó a coger aire durante un rato en el parque de El Cid. Pero volvió a intentarlo. Y lo consiguió. Y encontró lo que más necesitaba, personas que le atendieran, que le escucharan y que le entendieran. Que también le ayudaron, por supuesto, pero que con su cariño le habían dado ya más que todo lo que había tenido en los últimos meses.

Así empezó a retomar su camino. A día de hoy, José Luis ya tiene un pie fuera de la calle y está camino de levantar el otro. Encontró la ayuda que necesitaba para sostener su voluntad. Ha sido usuario de los servicios sociales que las distintas instituciones benéficas ofrecen en León a las decenas de personas que, como él, carecen de esas cuatro paredes de las que se derivan las garantías de una vida digna.

José Luis carecía de esas cuatro paredes de las que se derivan las garantías de una vida dignaEl empujón final lo ha recibido a través de la Fundación Cauce. Tras ser considerado apto para el programa que esta entidad desarrolla en León entró a vivir en un piso compartido por usuarios de la fundación y ahora su prioridad es encontrar trabajo, algo que una vez cubiertas las necesidades básicas de alimentación, techo o higiene sigue siendo complicado, pero ni mucho menos inalcanzable.

Hay que darle la razón en que la realidad demuestra que se encuentra con ciertas trabas.Una es que ya no es un chaval, pero desde luego que tampoco es mayor, y disposición al trabajo muestra a raudales.Pero es que además tiene como domicilio en su curriculo la dirección del comedor social de la Asociación Leonesa de la Caridad, que no son más que unas señas donde recibir las notificaciones pero que, no nos engañemos, genera prejuicios.

El caso es que su carta de presentación laboral tiene posibilidades reales. Tiene formación como auxiliar administrativo y auxiliar de puericultura, habla francés nivel medio y tiene una larga experiencia en el sector de la hostelería en León. Pueden pedir referencias y, de estar interesados pueden contactarle a través de la Fundación Cauce.

Fundación Cauce trabaja para la integración sociolaboral de las personas en exclusión social en la provincia de León desde el año 2010. Bajo el proyecto ‘Mucho más que un techo’, Fundación Cauce, apoya y promociona la autonomía personal, capacitando a la persona para encamine su propio proceso de desarrollo, llegando a conseguir formación cualificada e incluso un empleo.

Desde el comienzo del programa se han atendido a 46 personas (datos a noviembre 2015). Y, concretamente en lo que llevamos de año a 16 usuarios: 14 adultos con edades comprendidas entre los 35 y 65 años y dos jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y 35 años. Además, en la actualidad cuenten con 48 personas en espera.

Las personas que demandan una plaza en el piso de acogida de Fundación Cauce son, principalmente, parados de larga duración, sin prestaciones por desempleo. Desde el primer momento que acceden a las instalaciones de Fundación Cauce (calle Colón 20, 1º izquierda) se les orienta sobre los trámites que deben realizar para poner en orden su documentación, así como orientación para la elaboración de un curriculum y asesoramiento sobre las diferentes ayudas o prestaciones a las que pueden acceder.

Busca trabajo en el sector hostelero, tiene experiencia, buenas referencias y unas enormes ganas de trabajarEs condición imprescindible para acceder a una plaza, estar inscrito en la bolsa de empleo de la Fundación. ‘Mucho más que un techo’ es un programa que cuenta con la cofinanciación de entidades públicas y privadas como la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de León, la Fundación Alimerka, Bankia y Obra Social la Caixa.

José Luis Burdel, de 49 años de edad, llegó a Cauce el pasado verano derivado de Cáritas y Cruz Roja. Desde entonces reside en el piso de acogida que la fundación tiene en León y busca trabajo de forma incansable con el objetivo de poder continuar por libre.

Hay más ‘joseluises’, no son muchos, pero los hay, y una sola historia de ellos permite mantener la esperanza y seguir buscando la fórmula para que cada vez sean más los que salen y menos los que entran a nuestras calles.
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