La historia de Ray Collins´ Hot-Club es la de una pasión en donde la música se convierte tanto en actitud como aptitud. Grandes instrumentistas que se conocen de años, y que en 2000 deciden dar rienda suelta a la música que les mueve. Son 50 años después de los 50, pero da igual, porque la máquina de Ray Collins´ Hot-Club es la del Rhythm & Blues añejo que bebe de las esencias de lo que es el rocanrol atemporal. El concepto de Big Band es, además de su propio alimento para pasarlo bien, la manera en la que sirven al espectador unos conciertos en los que el espectáculo es una obligación de Collins y los suyos. "Flotando, sudando, bailando...", dice Óscar Cubillo en el El Correo acerca de su concierto este fin de semana en el Kafé Antzokia. Y es que lo de Ray Collins´ Hot-Club es un revisionismo lleno de energía, en el que sí, la estética, las canciones tienen una raíz temporal evidente, pero el juego no se queda ahí, y se podría tirar del hilo para encontrar otras huellas a medio camino y llenas de la misma enjundia.
Siete referencias discográficas son el aval de una banda que no se ha detenido desde aquel 'Shaking That Boogie', de 2001. Y que aunque como formación que vive y se luce en el directo, en estos discos ha dejado buena prueba de que su vocación escénica no les priva de ser un combo más que documentado en la materia. Ejemplo de ello es el 'Cutting Out', más reciente, pero en el que confirman que más que encasillamiento lo que han encontrado es el filón interminable. Vientos seductores, bases rítmicas que piden que no pare la música, y unos lugares comunes creativos en los que lo más importante es ser la correa de transmisión de una música que no reclama revivalismo sino la plena actualidad de lo perdurable que le corresponde.
Porque algo pasa con Ray Collins´Hot-Club cuando se sube al escenario y desde la elegancia máxima, lo que llega a continuación es una descarga de buena música sin contemplaciones. Y se acaba como se acaba. Después de bailar. Sus pies solos le devolverán a su casa tras haber visto a un equipazo alemán que gusta tanto en Japón como en tierras anglosajonas. Lo que tiene su mérito. Tal vez, porque cuando Ray Collins sale al escenario lo hace como si fuera el delantero centro de su Hot-Club jugándose la final del cualquier mundial de la vida. Y ya se sabe que a los alemanes no les gusta perder. Ni aunque esto del rocanrol siempre tenga acento inglés.