07/06/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Por fin ayer terminé los exámenes. Qué liberación, hasta diría que me siento libre. El periodo de exámenes es una especie de esclavitud que no está sancionada por ninguna declaración internacional y debería estarlo. En lugar de evaluar el nivel de conocimientos sobre una materia, tal y como está planteado, se trata más bien de puntuar la resistencia física y psicológica de un ser humano y su capacidad para recordar, la multiplicación de los panes y de los peces pero en nombres de cerámicas, de utensilios en piedra, en piedra pulimentada, de los abalorios y adornos, fíbulas y cuentas de collar, de las armas, espadas, hachas y alabardas, nombres de yacimientos y también de fechas, que no son precisas ni siquiera en siglos. Sí, en mi caso, este año, se trataba de cuatro asignaturas de prehistoria. Deo gratias por haber sobrevivido.

Durante el último mes y medio, no he visto telediarios, ni he leído periódicos, quiero decir que apenas he estado informado de lo que sucedía en el ancho mundo y en la mar océano. Podría haber prolongado este ayuno informativo durante un año y no habría notado solución de continuidad al retomarlo. Cómo ya clamó León Felipe: «¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos farsantes, las mismas sectas». Efectivamente, sigue los mismo: Trump haciendo de las suyas, los catalanes con su referéndum, los terroristas matando en el nombre de Dios y otros hombres malos asesinando a sus mujeres; toda la mierda de la corrupción y sí, también, el Madrid otra vez campeón de Europa.

Por no cambiar, no ha cambiado, pero no en un año, digamos mejor en los últimos 2500 la población de todo ese vasto territorio del interior peninsular. Uno se queda tiritando, aunque estemos en junio y en Madrid cuando, estudiando a los celtiberos, descubre que el territorio que ocupaban estos antepasados tenía la misma densidad poblacional que tiene a día de hoy: un páramo generacional. Y no veo ningún titular en los periódicos que anuncie que nuestros dirigentes van a poner remedio.

Y la semana que viene, hablaremos de León (aunque hoy también hablo de León).
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