06/05/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
La semana pide a voces hablar de Susana Díaz y Pedro Sánchez, que tuvieron a bien visitar León en busca de un granero de apoyos, que les asegure a los dos un buen futuro. Cuando hablo de un buen futuro, me refiero a una nómina de ensueño de esas que alejan las preocupaciones, por mucho que ellos nos insistan una y otra vez, que son gente normal y corriente, y por supuesto, que únicamente vienen a esto de la cosa pública «a servir».

Es el buenismo, tan de moda en los últimos tiempos, o más bien el falso buenismo, porque yo desde hace tiempo empiezo a pensar que abunda más el malismo. Vivimos rodeados de gente que se enfada y monta líos, quebuscan motivos para ser infelicesporqueparece que sin una buena bronca no somos capaces de afrontar el día. Ser feliz, estar tranquilo con uno mismo,algo tan natural y deseado, intentar que pequeños problemas nos resbalen, y sobretodo dejar que la gente haga lo que le de la gana, sin estar detrás sacándole la puntilla, son excepciones. Será que nos hemos contagiado de esta sociedad tan acostumbrada a la corrupción, las negligencias médicas o el amiguismo en los juzgados.

Y lo digo porque yo heconocido muchagente alegre, dicharachera y sonriente que se han convertido en auténticos cardos amargados.

La gente escribe de tristezas, añora el pasado, los discos de Juan Pardo, los guateques y los cinefórum, se indignan porque el vecino va de vacaciones más lejos (y por supuesto a hotel con pensión completa), porqueen verano mucha gente en la verbena y el campano de vino no lo pueden tomar tranquilamente mientras escuchan el parte, se mosquean porque se arregla una plaza, se adecenta una acera o porque no repiten en la lista de concejales, y nos les cuento cuando una abuela se te cuela en la caja de la tienda de ultramarinos con la disculpa de que vienen los nietos a comer espaguetis y se le quedó corto el tomate frito.

Sin embargo no hay mucho drama con empresarios de carona gorda que colocan grandes barros, y que bajo el paraguas de los famosos concursos de acreedores, dejan a empleados y proveedores con el culo al aire,pero sí claman a Herodesy se indignan a más no poder,comentando por lo bajini como si fueran ventrílocuos, lo malpadre que soy cuando el pequeño Dimas grita como una grulla en la cola de la charcutería porque quiere bajarse de la silla en busca de la ansiada libertad que ofrecen los lineales del supermercado.

Preocupémonos de lo verdaderamente importante y dejemos de ser una ciudad que muchas veces da la impresiónque se mueve por agravio comparativo.
Lo más leído