04/03/2021
 Actualizado a 04/03/2021
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Birmania es un país del sudeste-asiático que, desde su independencia de Gran Bretaña, ha sufrido múltiples golpes de estado a mano de los militares. El último hace tres semanas. Tiene casi sesenta millones de habitantes y comparte fronteras, entre otros países, con China, de la que es su mejor aliado en la región. Uno conoce Birmania por el cine bélico americano. ‘Objetivo Birmania’ es el film más famoso, además de aquel otro que contaba la peripecia de una división americana, de cuyo nombre no me acuerdo, y que narraba una marcha extenuante a través de la selva para tomar el aeródromo de la ciudad de Mandalay.

Lo molar del asunto es que la Unión Europea y los Estados Unidos se han apresurado a imponer sanciones económicas al país, con el pretexto de que mancillan e incumplen los derechos humanos. No es nueva esta beligerancia de los occidentales contra muchos estados que, casualmente, nunca son de su cuerda. Japón, justo antes de entrar en la Segunda Guerra Mundial, los sufrió y ante el estrangulamiento de su economía, decidió atacar las islas Hawai. Serbia, además, tuvo que soportar unos bombardeos homicidas contra su territorio al no funcionar el embargo. También lo padecen los cubanos, desde hace más de medio siglo, los venezolanos y, ¡cómo no!, los rusos. Me parece alucinante que los occidentales tengamos tanta soberbia y tanta prepotencia. ¿Pero quién somos nosotros para decidir, sin admitir réplicas de ningún tipo, lo que está bien o lo que está mal? Este comportamiento se ha llamado, históricamente, imperialismo, y es lamentable, porque sólo busca que quién lo padece se rinda con armas y bagajes al capitalismo más cruel y más cutre. Cierto es que no se puede esperar nada bueno de los milicos birmanos, pero, esta vez no pasarán de ser unas sanciones simbólicas, porque, bajo ningún concepto, quieren, queremos, enfadar a los chinos, sus aliados. Este es un ejemplo de lo que nos espera baja la administración de Biden. Otro, mucho más cruel, ha sido bombardear las bases de los iraquíes en Siria. El César Biden lleva menos de dos meses ocupando la Casa Blanca, pero se le ve el plumero desde el primer día. Con él al frente, el complejo ‘militar industrial’ volverá a ganar miles de millones de dólares y será mucho más intervencionista en todos los lugares calientes del mundo, con lo que conlleva de riesgo de chocar con los rusos o con los chinos, que éstos sí que no se amilanan ni ante los yanquis y ni ante sus siervos europeos. La cosa da mucho miedo, por lo menos a un servidor. Para entender lo que está sucediendo en los Estados Unidos desde hace mucho tiempo, os recomiendo la lectura de un libro que a mí, por lo menos, me parece esclarecedor: ‘El Desmoronamiento. Treinta años de declive americano’, del periodista y escritor George Packer. No tiene desperdicio.

El gobierno español, que es el que nos importa a nosotros, en estos asuntos, dice amén. Es, como aquella discográfica alemana, ‘la voz de su amo’. Toda la política de izquierdas que nos está aplicando con calzador, se evapora en cuestiones internacionales. En estos casos, siempre está de acuerdo con lo que digan los que en verdad mandan: los americanos, los alemanes, los británicos y los franceses. Además, se halla impotente ante las barrabasadas que, de vez en cuando, nos meten por la escuadra nuestros vecinos, nuestros hermanos marroquíes. Lo del Sahara occidental es patético, lamentable, lo mires por dónde lo mires. Debe de ser que para los americanos y los franceses Marruecos es un aliado mucho más fiel y sumiso que nosotros; y mucho más importante en el tablero político mundial. Mientras tanto, nuestros antiguos súbditos se ven desposeídos hasta de su honor... Ningún gobierno democrático, incluso este, ha hecho nada para aliviar las penas, las miserias y el abandono de los saharauis.

El día que escribo esto, lunes, uno de marzo, no se ha iniciado la vacunación en mi pueblo. Los mayores de ochenta años, unos quince solo en Vegas, siguen esperando y rezando para que, faltando tan poco tiempo, no les entre el bicho y acaben en el cementerio de la Costana. Ya no hablo de los mayores de setenta, que son bastantes más, o de los sesenta, que, al fin y al cabo, son población de riesgo. Según el Instituto Nacional de Estadística, la han palmado cien mil personas en España a causa del coronavirus. El sábado pasado, en un reportaje del Telediario de La 1 (debo de ser el último ser vivo que lo ve), dieron la noticia de que en Brasil, cuyo presidente es un demagogo y un populista, han muerto doscientas cincuenta mil personas. Se olvidaron de explicar que Brasil tiene doscientos quince millones de habitantes. Nosotros somos menos de cincuenta... Sólo tenéis que hacer las cuentas. Salud y anarquía.
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