09/04/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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Sin querer, el presidente de la Junta de Castilla y León definió a la perfección la autonomía que preside en el acto de ‘coronación’ de su sucesor al frente del Partido Popular y, dada la reiterada y contumaz afición de los castellanoleoneses a votarlo, también de aquélla en un próximo futuro. Aquí no hay ni bicefalia ni bicenada dijo solemnemente descartando cualquier atisbo de enfrentamiento entre el coronado y él por estar obligados a compartir el poder hasta que se convoquen nuevas elecciones.

No sé si fue consciente, me da que no, el aún presidente Juan Vicente Herrera de lo que decía y de que en su loable intento por rechazar la posibilidad de que pueda crearse dentro del PP algún tipo de tensión por ese motivo inventó una palabra que se le puede volver en contra, pues bicenada, aparte de un hallazgo metafísico y lingüístico, sirve muy bien para definir la autonomía de Castilla y León, integrada por dos regiones históricas pretendidamente fundidas en un sola pero que en la realidad han dado lugar a un espacio muerto, a un conjunto vacío, o sea, a una bicenada. No hay más que ver a su presidente, al que, por otra parte, no tengo el gusto de conocer pero me da que no debe de ser el peor de todos, para darse cuenta de la vacuidad y la falta de sustancia de la autonomía ¿O es que alguien fuera de Valladolid y de los funcionarios y los políticos que viven de aquélla directa o indirectamente la toma en serio todavía? En España ya les digo yo que no. Y si alguien no me cree que pregunte por ahí cuántas provincias la componen, cómo se llaman su pobladores, cuál es su capital, cuál su himno y su fiesta regional y, sobre todo, cómo se llama su presidente. Ya sé que hay otros por el estilo, pero hasta los de las autonomías uniprovinciales son más conocidos que el de Castilla y León fuera de sus territorios, ya sea por la corrupción (el de Murcia), por su populismo (el de Cantabria), por su porte pinturero y su paraguas nacional en los desfiles del Ejército (la de Madrid) o por dirigir accidentalmente el PSOE tras el descabezamiento de su titular legítimo (el de Asturias).

Muchos de los aludidos (políticos, funcionarios autonómicos y vallisoletanos en general) quizá pensarán en este momento que mis afirmaciones y mis preguntas retóricas están motivadas por un leonesismo paleto que en modo alguno profeso (si Castilla y León se me antoja una bicenada, León ya ni les cuento a ustedes) o, lo que es peor, por mi ideología contraria a la del presidente Herrera, cosa que tampoco es cierta, puesto que ni él ni yo tenemos ninguna; él por conservador y yo por desencantado de todas. Así que no le busquen motivaciones interesadas a lo que no las tiene y, en todo caso, que las imaginen lejos. En la literatura americana, por ejemplo. Oyendo a Juan Vicente Herrera, como a tantos y a tantos políticos de este país y en especial a los de Castilla y León, juntas y por separado, me acordé de una de las frases más inquietantes y bellas de la literatura universal (‘Entre la pena y la nada elijo la pena’, de William Faulkner) y se me trastocó: entre la bicepena y la bicenada yo elijo la nada.
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