Albert Serra: "Hay que recuperar esta idea de ver el cine como experiencia profunda y además única"

El cineasta catalán imparte este sábado en el Musac una charla sobre su obra y de paso da a conocer al público leonés su último y laureado trabajo, ‘La muerte de Luis XIV’, distinguido en el pasado Festival de Cannes con el premio Jean Vigo

Joaquín Revuelta
04/03/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Albert Serra con el actor Jean-Pierre Leaud en ‘La muerte de Luis XIV’. | L.N.C.
Albert Serra con el actor Jean-Pierre Leaud en ‘La muerte de Luis XIV’. | L.N.C.
El Grupo de Diálogo de Cine Contemporáneo del Musac contará este sábado con un invitado de excepción, el artista y realizador catalán Albert Serra, quien a partir de las 17:00 horas impartirá una charla en torno a su obra, su posición como artista y las relaciones entre medio cinematográfico y arte, y a las 20:10 horas presentará su último y laureado largometraje ‘La muerte de Luis XIV’, que recibió, entre otros, el premio Jean Vigo en la pasada edición del Festival de Cannes y que tiene como protagonista al icono de la nouvelle vague Jean-Pierre Léaud.

Supongo que ya estará acostumbrado a que sus películas se vean antes en museos y centros culturales queen las salas comerciales. ¿Le parece en este sentido el Musac un lugar idóneo para la presentación en León de ‘La muerte de Luis XIV’?
– No solo me parece idóneo sino perfecto. Me satisface que mis películas se exhiban en museos y centros culturales, entre otras cosas, porque el público que acude a este tipo de proyecciones tiene una predisposición muy diferente del que suele a asistir a las salas de cine convencionales, que más que nada va a pasar el rato. En ese sentido la experiencia es más profunda y enriquecedora para el realizador y para el espectador. Al menos así lo veo yo.

¿Cree que este tipo de centros están preparados desde el punto de vista tecnológico para proyectar sus películas en perfectas condiciones?
– Pienso que sí porque últimamente todo se ha puesto muy al día y en este sentido no creo que haya ningún problema. Pero yo creo que es más importante la predisposición psicológica y mental del espectador, respetando unos mínimos de calidad de la proyección. Es como leer un libro. Se puede leer con una edición buena o con una mala, porque el proceso de asimilación es el mismo en ambos casos. Pienso que hay que centrarse en este proceso de asimilación y recuperar la idea de ver el cine como experiencia profunda y además única, porque es algo individual e íntimo y al mismo tiempo colectivo. No tiene ningún otro arte.

¿Se define más como cineasta o artista que trabaja el elemento visual?
– Las dos cosas. Yo empecé en el cine pero ahora estoy evolucionando en el mundo del arte por motivos puramente estéticos. Algunas cosas que yo quiero introducir en el cine, a veces porque son demasiado heterogéneas, porque son demasiado avanzadas o porque son demasiado conceptuales, no caben en una película digamos convencional y en cambio en una película para el mundo del arte, que continúa siendo una película narrativa, con personajes o con una historia más o menos definida, sí que tienen cabida.

¿Por qué en sus películas le gusta incorporar personajes literarios o históricos en detrimento de otro tipo de personajes más contemporáneos?
– Empezó de una forma casual, aunque tengo que reconocer que me gustan los personajes que son interesantes de por sí y que al ser conocidos ya no tienes que perder el tiempo en lo que es la estructura dramática de la película, explicar quiénes son y el por qué, y te puedes centrar más en los detalles, en la atmósfera y en cosas que a mí me interesan más, y siempre encuentro más divertido rodar cosas antiguas. Con los actores que yo trabajo si les tienes que pedir interpretar a un personaje espiritualmente cercanos a la España de nuestro tiempo no sería tan divertido. En cambio, salvar este hueco que puede haber a nivel de sensibilidad, a nivel de espiritualidad, a nivel incluso de reacciones físicas o de la manera de moverse con personajes de otro tiempo lo hace todo mucho más divertido e interesante. Es un desafío un poquito más loco y un poquito más rico, desde mi punto de vista, que no entrar otra vez en la banalidad pequeño burguesa, porque esto es así, de nuestra cotidianeidad virtual.

Me sorprendió una declaración suya en la que venía a decir que su relación con los actores y a veces incluso con los técnicos se basaba en la incomunicación. ¿Cómo es eso?
– Bueno, es un tipo de metodología, que no digo que sea ni buena ni mala, pero que es la que a mí me sirve para mis objetivos. Y con esta idea que tengo muy interiorizada de hacer vivir las películas del pasado en tiempo presente, que el pasado no sea un cliché, no sea un reflejo de las informaciones que ya conocemos sobre él o sobre un determinado personaje sino que realmente estos personajes no habiten ni existan delante de nosotros en la pantalla con toda la imprevisibilidad, con toda la intensidad que lo harían si fueran totalmente desconocidos. Que no haya ni un solo cliché ni una sola información se consigue a través de la incomunicación. En el momento en que el actor ya tiene claro lo que tiene que hacer, de alguna manera, va a representarlo, va a anticiparlo. Para mí es mucho más bonito, en tanto que realizador porque me convierto al mismo tiempo en espectador, en ver nacer los significados de mi propia película no en el guión ni en mi propia mente sino en la encarnación al instante que hace el actor de ello.

Todo ello lo lleva al límite en el caso de ‘La muerte de Luis XIV’, donde aborda la lenta agonía del otrora todopoderoso Rey Sol. ¿Que le interesó realmente de este personaje?
– Me interesó porque hay dos componentes que lo hacen interesante, uno de intimidad muy fuerte, porque toda la película transcurre en la misma habitación, con el monarca agonizante apareciendo en todas las secuencias y eso lo hace muy intenso, y también por el tema mismo, que es muy conocido, y por la presencia de Jean-Pierre Léaud. Pienso que son elementos que contribuyen un poco a este objetivo.

También tengo entendido que renuncia a los ensayos y a dar información previa del personaje al actor. ¿Cómo consigue lo que pretende?
– La clave está en cómo decirlo. Digamos que confío plenamente. Aparte de que juego no solo con el personaje sino también con la persona y el actor. Para mí son esos tres estamentos con los que yo trabajo. Por lo tanto, el personaje es la consecuencia última de lo que veremos en la pantalla. Pero con la persona, de lo que yo conozco de ella, con el actor, con sus reacciones en tanto que persona sintiéndose filmada con toda la vanidad que encierra esa sensación de sentirse observado, con todo esto, previamente al rodaje, procuro mentalmente dar con la mejor estrategia. Y a partir de aquí, que no sale lo que yo quiero que salga, al menos sí saldrá algo que es muy genuino y al mismo tiempo pertinente, porque este es el reto. Digamos que es una combinación de espontaneidad y de cálculo al mismo tiempo, cálculo por los elementos anteriores al rodaje y espontaneidad durante el mismo.

Desde el punto de vista estético, ¿cuál ha sido su fuente de inspiración en ‘La muerte de Luis XIV’?
– He aplicado ideas generales que yo tengo sobre estética. En este caso por ejemplo debía tener una plástica un poco barroca, llena de claroscuros, como consecuencia de una iluminación con velas, o que todo sea en el interior de una habitación y que el fuera de campo solo aparezca a través del sonido. Son pequeñas ideas generales que acaban configurando una estética propia. Y sobre todo siempre con un objetivo, que la interacción del decorado con los actores se produjera de la manera más orgánica posible. Quería que la estética, independientemente de su plasticidad, tuviera ese valor orgánico, esas texturas que hacen sentir el peso de las cosas y la densidad en el espacio que contribuya a tener una percepción del tiempo más denso.
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