20/11/2016
 Actualizado a 12/09/2019
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Si nadie lo remedia y parece que no sucederá, el próximo fin de semana se celebrará en el valle de Sabero una nueva edición de un juego para mayores que practicado por niños sería aborrecible, cuánto más por gente mayor de edad: el ‘airsoft’. En las instalaciones de Vegamediana, donde se lavaba el carbón de las minas de Hulleras de Sabero y desde donde subía, cuando yo era niño, el tren con el pan para los economatos de los pueblos por la vía que hoy ocupa la nueva carretera de Boñar, un grupo de personas representará un asalto militar aprovechando su estado de deterioro. La operación, para estar a la altura, se la ha bautizado como ‘Tormenta de fuego’ y a Vegamediana Alarningrado, en homenaje, imagino, a las ciudades rusas destruidas por otros pacifistas como ellos.

Leo que el Ayuntamiento de Sabero no sólo consiente la celebración del juego sino que participa en su organización movido seguramente por el afán de rentabilizar del modo que sea la ruina en la que se encuentra toda la zona. Es posible que hasta los vecinos vean bien la llegada de esas personas que, disfrazadas de militares americanos, armadas hasta los dientes y derrochando testosterona y adrenalina (en Afganistán los querría yo ver), van a combatir su estrés asaltando unos viejos barracones y unos depósitos de carbón que ya no guardan más que el olvido, según ellos mismos se justifican. A uno se le ocurren muchas formas de combatir el estrés menos sospechosas, pero supongo que a ellos les parecerán mariconadas de poeta lírico.

El militarismo que recorre el mundo y que va de Donald Trump al Estado Islámico pasando por Putin y otros como él está sembrando de negras sombras la vieja Europa, tan vacunada durante décadas contra las guerras por las varias que le tocó sufrir en el siglo XX, y juegos como el de Sabero, que se repiten en muchos lugares, no hacen sino confirmar un peligroso gusto por parte de algunas personas por las armas y por lo que significan. Que no disparen fuego real no merman su peligrosidad, pues estando en manos de gente que disfruta imaginando que sí lo hacen pueden terminar haciéndolo. Ello sin entrar en la destrucción real que en barracones y pueblos abandonadas, como el verdadero Ejército causó en Utrero y Camposolillo, en la orilla contraria a la carretera del pantano del Porma y de los que apenas quedan ya casas en pie, llevan a cabo en sus simulaciones con absoluta falta de respeto hacia unos edificios levantados con el esfuerzo de mucha gente anónima y que ya sólo por eso lo merecerían. Pero hablar de respeto a unas personas que pagan por vestirse de marines y asaltar fusil en ristre unas instalaciones mineras que se imaginan llenas de yihadistas se me antoja que es tan inútil como esperar que los saberenses recapaciten y decidan que su memoria y su dignidad valen más que un puñado de euros.
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