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Ajustes de cuentas corrientes

19/04/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Dicen mucho de los evangelistas y de los periodistas, que si vaya imaginación que le echáis, que si publicáis las cosas al tuntún, que si el papel lo aguanta todo, pero las mayores mentiras de este país están todas incluidas, muy bien documentadas y numeradas, en la ConstituciónEspañola.Si alguna vez entrase en la lista de libros más vendidos, cosa bastante improbable teniendo en cuenta que a la gente le gustan las sombras pero no precisamente las del sistema democrático, lo haría sin duda en la categoría de ficción.Del «todos los españoles son iguales ante la ley», claro, al «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna», obviamente, pasando por el ácido «la estructura interna y funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos», que sin duda lo debió de redactar un cachondo. Como si se quisiera convertir en otra mentira amparada por la Carta Magna, una frase se ha repetido esta semana, a propósito de la detención de Rodrigo Rato, en las bocas más cínicas de todo el país: «Aquí se demuestra que quien la hace, la paga». Aunque todos sabemos que en éste y en otros casos los que la hacen son ellos y los que la pagamos somos nosotros (no vaya a pensar nadie que me refiero al caso del sucesor de Rato en el FMI, por favor) es algo que tenemos que escuchar cada vez que los ajustes de cuentas dentro de un partido político derivan en una detención retransmitida en directo, con posado para los fotógrafos incluido, del mismo modo que en el portal donde se produce un asesinato siempre vive una vecina que asegura a los periodistas que «se veía venir». Cuando detienen a un camello o un traficante aparece apuñalado en una cuneta, al espectador no le da ni demasiado miedo ni demasiada pena, porque no se ve en esa circunstancia de estar esperando de madrugada por una entrega en medio de un polígono industrial.Sin embargo, cuando detienen a un político, bien sea presidente de Diputación o director del Fondo Monetario Internacional, un cierto alivio recorre el espíritu del personal, al que de pronto le entra un brote de confianza en la justicia y una ingenua esperanza de que caerán muchos más. Con el delincuente común, surge rápido el debate sobre la necesidad de endurecer la ley para que no vuelva a la calle a los cinco minutos y siga haciendo lo mismo, pero en el caso de un político parece que la satisfacción llega con sólo verle entre policías y fotógrafos, a los que en estos ajustes de cuentas se utiliza con la misma frialdad.Todos los que han sido víctimas de los ajustes de cuentas de sus respectivos partidos, los que nos han exhibido para paliar la impotencia generalizada, ya están de nuevo en libertad, diciendo que no tienen nada que ocultar, alguno incluso pidiendo el voto, dando sentido a todas las mentiras constitucionales.
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