29/06/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Hay cosas en este país que no cambiarán nunca. Estamos como cuando gobernaba el General, en plena época de pertinaz sequía; nos faltan, para tener completa su trilogía del mal, la masonería y los comunistas. ¡Ah, no, que estos ya están legalizados! ¡Cabeza la mía!... Los dioses han decidido que este año no tocan borrascas, ciclogénesis y tormentas de nieve. Este año toca que Lorenzo nos dé el turrón a base de bien, bueno, de mal, que hasta cuando hace malo, encuentra un resquicio entre las nubes para que veamos su poderosa cara. El asunto es que este año casi no ha llovido (lo de las tormentas de estos días pasados es un chiste) y aquellos pantanos que construyó el General están a poco más del cincuenta por ciento de su capacidad. Aún así, tienen una pila de cientos de miles de litros de agua en su panza. Aún así, la Confederación Hidrográfica del Duero, la Junta de Castilla y León y el Gobierno, han decidido que los regantes de las riberas dejen de regar cuando les dé la gana. Concretamente, por lo menos en el Porma, han cerrado el grifo esta semana a los que tienen sus tierras en la margen izquierda del canal. La semana que viene les tocará a los de la derecha y vuelta a empezar. Tienen miedo que no nos llegue el agua para todo el verano y que los habitantes de León, que desde hace veinte años beben el agua del Porma, se vean sujetos a restricciones, como en Andalucía o en Levante. Está bien poner la venda antes de la herida, pero no sé si los afectados, sobre todo los labradores, lo entenderán. Debería venir la ministra o el presidente de la Confederación a explicarles que toda la pasta que han pagado en los últimos años para tener derecho a regar este año no vale de nada. Están priorizando las necesidades. Se han vuelto posibilistas...

Es cierto que en esta provincia nunca se ha tenido cultura del agua; de ahorrar agua. Es cierto que se ha despilfarrado hasta límites obscenos, tanto en las casas como en las fincas. En cualquier pueblo de la ribera, era normal trancar el agua en una finca a las diez de la noche y dejarla hasta el amanecer; o hasta las diez, que nunca ha sido bueno madrugar. Es cierto que el maíz chupa agua como un borracho aburrido chupa vino peleón. Es cierto que hay que regar nada más segar la hierba para que la toñada sea buena y ese riego debe de ser ‘en bomba’. Es cierto que muchos cristianos riegan los cien metros de huerta o del jardín con el agua de la traída, enchufando una manguera. Es cierto que esos mismos cristianos lavan el coche con la misma manguera y con el mismo agua hasta dejarlo tan limpio que parece recién estrenado. Es cierto que esos mismos buenos cristianos se duchan, en un alarde de limpieza que ni los romanos en su mejor época, dos o tres veces al día a diez minutos de reloj cada vez. Se conoce que no estuvieron internos en el manicomio de Álvaro López Núñez, donde los hermanos por controlar, controlaban hasta el tiempo que podías estar debajo del agua, ¡siempre el agua!, y que no excedía nunca de cinco minutos. Es cierto que no hacemos ni puto caso a la tragedia del cambio climático, y mucho menos desde que el presidente tramposo, Trump, afirma muy seriamente que es un cuento y que él no va a rebajar las emisiones a la capa de ozono porque no le da la gana, que para eso es el que más manda, y que no cejará hasta conseguir que la frontera de los Estados Unidos con México sea aún más desierto del que es, para que los emigrantes ilegales se mueran en sus dunas y no logren pasar al paraíso de perdido de Milton...

El problema del agua existe, está ahí y no nos queremos enterar. Una vez escribí en un librín que el control del agua sería el detonante de la III guerra mundial. Se puede vivir sin carbón, sin petróleo, sin gas, pero no se puede vivir sin agua, y si no que se lo digan a los israelitas, que de todos los territorios que ganaron en la guerra de los seis días, lo único que no han devuelto, ni devolverán, son los Altos del Golam, por que allí se encuentran las mayores, por no decir las únicas, fuentes de agua de todo el oriente próximo.

El agua es la vida. El agua hace que este planeta sea, hasta ahora, el único en millones de años luz a la redonda donde hay vida. Y en la ribera izquierda del Porma, esta semana los labradores sienten en sus carnes su falta. Es, sin duda, una pequeña tragedia que hace que en los pueblos no se hable de otra cosa, como si todo lo demás careciera de importancia. Da igual que se haya muerto alguien, que alguien esté ingresado en el hospital de León. Da igual que sea la fiesta de cualquier pueblo; incluso da lo mismo que sean las fiestas de León. Lo importante es que se han restringido los riegos, por primera vez en muchos años. Algo ha cambiado. Una nube triste avanza en el horizonte conocido...

Salud y anarquía.
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